El desamparo de los inmigrantes que sobreviven en Italia

Por ismael monzónDesde RomaEntre los hierbajos que separan la autopista y las vías del tren, Mario y su familia viven con la soga al cuello. La semana pasada, la Guardia de Finanza italiana acudió al campamento para darles un plazo máximo de diez días para proceder a su desalojo. Saben que la irrupción de las autoridades puede ser cuestión de horas, pero tampoco disponen de un plan alternativo. Cuando los despojen de sus casas levantadas con plásticos y tablones de madera, se quedarán ?en un parque o en la calle?.Mario tiene 28 años y llegó a Roma procedente de Rumanía hace nueve. Durante todo este tiempo ha estado vagando por un sitio y otro. ?El año pasado ya estuvimos aquí, nos mandaron a una residencia comunal, pero como estaba repleta, nos echaron y nos volvimos a instalar en este terreno hace cuatro meses?, cuenta.Su familia la integran su madre, su mujer, sus dos hijas menores y una hermana. Como vecinos tiene a un señor que no se despoja de su traje, una joven que se lava el pelo con agua traída del río y a otra treintena de paisanos que deambulan por las carpas sin mucha más ocupación que sobrevivir.La salida más cercana la tendrían a pocos kilómetros, siguiendo la autovía. Allí está el centro de acogida de Via Salaria, con capacidad para 400 personas, que el ayuntamiento de Roma habilitó para cobijar a gitanos. Pero ahí no cabe nadie más. Los cristales del exterior están rotos, las zonas comunes atestadas y la suciedad de los baños compartidos solo es superada en las cocinas.Espacios minúsculosLas habitaciones se encuentran en dos grandes pasillos, a cuyos lados se extienden decenas de puertas que dan paso a estancias de unos cinco metros cuadrados. En una de ellas habita Magdalena con su hijo de diez años y su madre, que padece una enfermedad degenerativa. ?Vivimos en unas condiciones míseras, lo que queremos es la oportunidad de vivir en una casa, hallar un trabajo e integrarnos en la sociedad?, sostiene.Según los datos de la asociación 21 de Julio, defensora de los derechos de los gitanos, el gobierno local gastó el año pasado en este centro unos dos millones de euros. De ellos, un 78% fue a parar a la gestión, el 15% a la seguridad y el resto a la educación de los menores. El presidente de la organización, Carlo Stasolla, asegura que ?el empeño de la administración es mantener a las personas en un estado de segregación, sin gastar un solo euro...

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