Los demócratas liberticidas

Por Juan Paredes Castro

Increíble pero cierto. Hay demócratas, de vocación y práctica probadas, absolutamente incómodos con la prensa. La mastican pero no la pasan.

Saben que no hay democracia posible sin libertad de prensa, pero desearían que la existencia de esta pudiese ser mediatizada a su capricho.

Es más: muchos demócratas de este tipo llegan al poder gubernamental o parlamentario con un alto grado de intolerancia respecto de las libertades de información y de opinión.

La clásica intermediación de la prensa entre la sociedad y el poder los inquieta y los ofusca.

Quisieran no ser vistos ni escuchados, quisieran no ser parte natural del escrutinio público, quisieran no ser molestados en sus silencios sospechosos, y finalmente quisieran no ser puestos en la palestra del control, la investigación y la rendición de cuentas.

Son de los que creen que la delegación de poder puesta en sus manos por el voto popular es un cheque en blanco.

Este nivel de intolerancia los hace dar un paso aun más peligroso: el de pretender usar la fuerza coercitiva para intimidar y penalizar a periodistas y medios de comunicación, más allá de los derechos y obligaciones que establecen las leyes ordinarias, como en efecto se desprende del proyecto legislativo en marcha que busca impedir la difusión de videos o audios de origen ilegal.

Aquí es cuando los mismos demócratas, de vocación y práctica probadas, emparentan la tentación autoritaria que llama a sus puertas, y que podría ser corregida a tiempo, con modelos autoritarios de la región como los de Hugo Chávez, Rafael Correa y Cristina Fernández de Kirchner, para quienes la prensa es un obstáculo al que hay que perseguir y anular mediante el arma ad hoc más fría y expeditiva: la ley.

Irónicamente el...

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