La decepción al cuadrado

Por PolitólogoAlberto Fujimori y Alejandro Toledo han sido los últimos presidentes que más corazones movilizaron en la política peruana contemporánea. Quienes los sucedieron en Palacio ?García, Humala, Kuczynski? encarnaron el ?mal menor? de turno. Fujimori y Toledo, en cambio, avivaron las masas, generaron expectativas e hicieron que vastos sectores de peruanos confiaran nuevamente en presidentes. El ?Chino? y el ?Cholo? fueron apodados con cariño. Hoy que se descubre que Toledo cayó en la megacorrupción que prometía erradicar, la ciudadanía acusa un segundo golpe de decepción política. ¿Cuáles son las consecuencias del desencanto renovado en la relación de los individuos con sus gobernantes? Escándalos de corrupción pueden gatillar grandes movilizaciones sociales. Fenómenos del tipo ?que se vayan todos? son acuñados en la decepción generalizada con el establishment político. Pero normalmente son fuerzas opositoras las que lideran y dan forma a este humor social contestatario. La espontaneidad de la calle es casi excepcional (Guatemala, 2016). Tiendo a pensar que la actual ?decepción al cuadrado? no va a generar olas de indignación callejera, por dos motivos. El primero, no existe tienda política que lidere el cuestionamiento a la corrupción sistémica que se ha develado. El fujimorismo y el Apra tienen su propio pasado delictivo en la materia; la izquierda tiene demasiadas sospechas después de su paso por las gestiones de Humala y Villarán. Los tradicionales ?operadores políticos de la indignación? no son ajenos al manto del desprestigio. Al parecer, todos tienen su propio anticucho. El segundo motivo es más acuciante: la indignación silente del peruano promedio. Somos una suerte de perdedores...

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