Culpar al viento

En nuestro país es común atribuir cualquier episodio de éxito económico gubernamental a la expresión ?soplaron vientos de cola?. Esta figura, plagiada de la aeronáutica, trata de graficar los efectos positivos de un panorama internacional favorable. Nos han hecho creer que nuestra economía es tan poco competitiva y pequeña que crece solo cuando los términos de intercambio nos favorecen. Resulta tan arraigada esta creencia que cuando analizamos la evolución de la producción o exportación local versus los precios de nuestras exportaciones o importaciones, la conexión es visible. La cosa, sin embargo, no es tan directa y nuestra historia económica refleja mucho más que la suerte de los precios externos de exportación. De hecho, las políticas, reglas y constituciones han hecho la diferencia. En primer lugar, es útil reconocer que aunque la evolución de los precios externos puede afectar el manejo cambiario o la recaudación de tributos en el corto plazo, solo períodos relativamente largos de pronunciados vientos de cola se han asociado al crecimiento o al hundimiento de nuestra economía. También han abundado períodos donde desperdiciamos excelentes precios externos (por ejemplo, en los días de la dictadura militar socialista de los setenta). De hecho, el pico reciente de términos de intercambio del 2011 (y que en algún momento se asoció a un crecimiento anual que rozó el 9%) resultó bastante menor que lo que desperdició el velascato. El manejo de cada momento hizo la diferencia.También merece destacarse que, pese al astuto lloriqueo de la actual administración (y la cantaleta de que la economía se enfría porque se acabaron los vientos de cola o China se detuvo), la realidad es otra. Una fría comparación del promedio quinquenal de los términos de intercambio apristas y humalistas...

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