Cuidado: no los saque de su caja

Por enrique Planas

Cuerpos de biscuit, pasta, baquelita o plástico. Piernas y brazos desplegados como arañas, torsos desnudos, cabellos revueltos, sorprendidos ojos de vidrio. Visten su tradicional vestido victoriano, y sus entreabiertas boquitas pintadas parecen maldecirnos sin por ello perder la sonrisa. La palidez de su piel craquelada nos da un escalofrío: pocas cosas resultan más lúgubres que un juguete muerto.?Annabelle 3?, filme de Gary Dauberman que entra a nuestra cartelera este jueves, es el último producto de una industria del cine de género que ha sabido aprovechar estos miedos atávicos en múltiples ocasiones, con muñecos, robots, títeres o marionetas como protagonistas habituales.La historia viene de largo, y podríamos remontarnos al siglo XVIII, cuando los autómatas se hicieron populares en la literatura y la filosofía de la época. Pero es tras el fin de la Primera Guerra Mundial cuando los muñecos se convirtieron en nostálgicos símbolos de una humanidad extraviada. A través del pensamiento surrealista, las muñecas se transformaron en objetos de deseo para artistas tan perturbadores como el alemán Hans Bellmer o el austríaco Oskar Kokoschka. El primero es conocido por sus niñas artificiales, de multiplicadas coyunturas y articulaciones. Su más célebre escultura, ?La poupée?, es una siniestra figura de madera articulada que sintetiza 40 años de experimentación, desde 1934 a 1975. En el caso de Kokoschka, fue el deseo, pero también la locura, lo que marcó una obsesión. Incapaz de recuperarse de su fracaso sentimental con Alma Mahler, viuda del compositor Gustav Mahler, mandó fabricar una muñeca igual a su antigua amada para librarse de su recuerdo. La muñeca resultante fue una decepción para el artista, pero aún así se paseó en auto con ella por las calles de Viena, e incluso reservó un palco en la ópera para ambos.?Estar con los muñecos?Estar nervioso, inquieto, preocupado: la frase ?estar con los muñecos? fue recuperada por Julio Hevia en su libro ?Habla, jugador: Gajes y oficios de la jerga peruana? (2008). Quién sabe, el miedo vinculado a los monigotes que aparece en nuestro verbo, tenga que ver con lo que veíamos en el cine hace casi un siglo, películas protagonizadas por muñecos de ventrílocuo, un espectáculo propio de club nocturno que la gente entonces consideraba divertido, pero que hoy nos resulta aterrador.El inquietante espectáculo de ver a alguien hablar con su propia mano aparece por primera vez en ?The Rival...

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