Cuentos inmorales

Por Patriciadel Río

Dice Alonso Cueto en su artículo ?El paraíso narrativo?, publicado ya hace varios años, que para un escritor es un privilegio vivir en el Perú. Y no, no precisamente por sus ricas montañas, hermosas tierras o cumbres nevadas, que están muy bien para promover nuestro turismo; sino por algo mucho más doloroso: vivimos en una sociedad donde los traumas, la violencia, las injusticias son los perfectos ingredientes para cocinar tremendas historias. Ahí donde el mestizaje no cuajó, nació la discriminación; en el momento en el que se impuso la desigualdad económica, la injusticia se instaló entre nosotros; en el instante en el que fuimos incapaces de gobernarnos a nosotros mismos, mirándonos como ciudadanos, proliferaron los dictadorzuelos de derecha y de izquierda, que hicieron añicos nuestras aspiraciones republicanas y las reemplazaron por el autoritarismo y la corrupción.El paraíso de un escritor es el infierno de quienes viven esa realidad, sentencia Cueto, y uno no puede dejar de pensar en que Alejandro Toledo sería un espectacular personaje de novela: un hombre que se hizo solo, que abrazó el imaginario de Pachacútec y se puso una vincha para librarnos del oscurantismo en el que nos había dejado el fujimorismo, devino en un corrupto más.Y está muy bien que la literatura se alimente de la frustración. Es necesario que un escritor venda paraísos para luego hacernos arder en el infierno. Sin embargo, una sociedad no se puede dar el lujo de creer en mitos antes que en instituciones. No puede andar...

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