Cualquiera, señor, es terrorista.

AutorRab

A inicios de la década de 1970 la palabra terrorista, para los peruanos, apenas existía como un vocablo más en el vasto repertorio del español. Era palabra que nos quedaba grande y nos sonaba lejana, que daba miedo, sí, pero nada tenía que ver con nuestra vida cotidiana y se asociaba, por lo general, con las noticias que se recibían de países como España, donde actuaba la temible ETA de esos años, o también del Oriente Medio, uno de cuyos picos fue, seguramente, el secuestro de los atletas olímpicos israelíes en Múnich, a manos de un grupo palestino. Claro, la mayoría de peruanos ignorábamos que ya por esos días Abimael Guzmán se hallaba preparando el inicio de lo que en la siguiente década llamaríamos, sin demostrar esta vez vocación por el eufemismo, >.

A comienzos de los años 70 yo cursaba la primaria en un colegio religioso de Lima y ya desde ese entonces, al menos en mi entorno inmediato, el uso de la palabra terrorista se limitaba a una asociación casi inmediata, sea que se tuviera la razón o no, con el mundo árabe. Y lo recuerdo no gratuitamente, porque debido a mi origen palestino (mi abuelo llega al Perú por primera vez en 1896) caían sobre mí epítetos como, justamente, >. Por supuesto, esto no tenía ninguna justificación, más allá de las bromas que sazonaban la vida escolar o del barrio, pero creo que el caldo de cultivo del estereotipo ya estaba poniéndose a punto.

Mucho tiempo después, leyendo Orientalismo, ese maravilloso libro de Edward Said, comprendí, entre otras cosas, que la estereotipación del mundo árabe, vista en perspectiva, no era una idea estable, porque habíamos pasado de un siglo XIX en el que el discurso eurocentrista había decidido que el mundo árabe era un paraíso exótico, lleno de magias y maravillas --como bien documenta Said al reconstruir los discursos occidentales sobre lo árabe--, a unas últimas décadas del siglo XX en las que, gracias al imperio de los medios, preocupados solamente en exhibir las situaciones más violentas que se suscitaban en esa parte del mundo--olvidando convenientemente las experiencias modernizadoras de algunos países árabes--, el término > pasa a ser, prácticamente, un calificativo que se aplica casi a todo movimiento árabe, en especial a los islámicos. Es razonable pensar que en muchos casos la asociación tiene asidero; habría que ser loco para no definir a Al-Qaeda como grupo terrorista. Lo inadmisible aquí no es el acierto en tal juicio, sino su extensión indiscriminada a tientas...

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