Crash, boom y otros roces de vivir en sociedad.
Autor | Bonilla, Manual |
Cargo | CULTURA |
Todo se reduce al sentido del tacto (y al tacto con que se dicen las cosas). Caminas, pasas junto a la gente, los hombros se rozan en la calle y en la combi como en Vivanda. Nadie te toca. Cobijados detrás de vidrio, metal y rejas, aguardamos el contacto. Hasta que a veces, como en acto de magia, sucede: chocamos. Una colisión que necesitamos para sentir y para saber que uno está allí. Con esa idea tan palpable y cercana se inicia la película ganadora del Oscar, Crash. Este no pretende ser un artículo dedicado a elogiar sus virtudes cinematográficas, lo que otros más duchos ya han hecho en justificado ejercicio. Parto de algunas ideas y escenas que la película grafica con precisión y maestría para realizar un aterrizaje forzoso en el análisis humilde y sincero de lo trillado de <
La secuencia de hechos y acciones que se suceden en la película pueden corresponder a un día cualquiera. Esos hechos siguen y acatan los dogmas del azar; son las circunstancias las que profetizan ese crash, esa colisión de cuerpos sólidos y esencias líquidas. Es en la esfera privada donde se atrincheran los personajes de la película que responden a prototipos (ojo que no menciono estereotipos por la ya ganada carga negativa que tiene el término) raciales y culturales que debaten en la jungla de cemento, como diría un conocido cantaor. Queda la esfera privada, el cobijo íntimo como la frazada personal, para cosechar vínculos efímeros y plenipotenciarios en otros terrenos de agreste geografía, como lo es la nación de las emociones. Queda abrigar la sensación de inseguridad, de angustia y soledad. Me explico: en aquellos ámbitos en los que se da tregua a la batalla de la sociedad solo queda practicar la 'política de la vida'. Zygmunt Bauman, conocido en la esquina como el <
En escena aparecen dos negros...
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