Corea del Norte y EE.UU., condenados a conversar

Por adrián foncillasForma parte de la liturgia poselectoral estadounidense que Corea del Norte reclame un lugar privilegiado en la agenda de la nación más poderosa del mundo con alguna tropelía militar. Llegó en forma de misil de medio alcance hacia el Mar del Japón y más tarde de lo previsto, cuando Trump acumulaba un mes en el sillón. Febriles movimientos captados por satélite en la víspera de su toma de mando habían sugerido que Corea del Norte la aliñaría con algún misil. El mensaje inscrito en este fue tardío pero claro: la vida sigue igual. Se suceden los Kim en la dinastía norcoreana y se alternan en Washington republicanos y demócratas sin que nadie resuelva el último problema de la Guerra Fría.La política de Trump con México o Irán es tan firme como volátil es la asiática: lo mismo duda del principio de una sola China que lo abraza, igual aconseja a Seúl y Tokio que aumenten su arsenal nuclear para defenderse de Corea del Norte, que recuerda sus acuerdos militares. Washington y Pyongyang se habían concedido un período de tanteo que el último misil amenazaba con finiquitar. La respuesta de Trump, sin embargo, persevera en una extraña prudencia. No anunció medidas de castigo, ni militares ni diplomáticas. Ni siquiera mencionó a Corea del Norte, solo recordó que está con Japón ?al 100%?.También la levantisca prensa norcoreana vive tiempos de calma. No se recuerdan menciones a Trump en los mismos medios que calificaron de ?mono negro? a Obama o de ?jubilada de compras? a Hillary Clinton y que cíclicamente prometían convertir EE.UU. en un ?mar de fuego?.Trump se refirió a Kim Jong-un como un ?mal tipo? y un ?maníaco? durante la campaña electoral, pero también sugirió cierta admiración por sus agallas. ?Eliminó a su tío, eliminó a este, al otro. Este chico no juega. Y no podemos jugar con él porque tiene misiles y tiene armas nucleares?, dijo. También alabó que se hubiera impuesto a todos los militares cuando la muerte de su padre lo aupó al poder tan joven. Y no se ha referido a su contumaz violación de derechos humanos como hacía Obama.?Una mayor cercanía?Pero especialmente gusta en Pyongyang que Trump dijera que no tendría problemas en reunirse y comerse una hamburguesa con Kim Jong-un. Corea del Norte ha despreciado las reuniones internacionales para su desarme y exigido a EE.UU. un trato igualitario, que Obama rehusó por entender que suponía un premio a sus desmanes. La invitación de la primera potencia es un regalo inesperado para...

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