Confusión en la recta final

Por Hugo Guerra

Que a una semana de la votación cinco postulantes a la presidencia se encuentren en la situación insólita de un empate estadístico demuestra que el sistema político peruano es inmaduro y que los ciudadanos están confundidos.

Ante la ausencia de partidos sólidos, la situación actual es responsabilidad de los candidatos porque, salvo pocas excepciones, en el larguísimo proceso proselitista privilegiaron el espectáculo y el agravio antes que la recta exposición de sus planes de gobierno. Al punto que el único debate propiamente dicho ocurrirá recién mañana, cuando millones de peruanos esperan ver, por fin, un intercambio alturado de posiciones para que el voto sea razonado y no reflejo de la pasión.

Entre tanto, el haber confundido el proselitismo con el márketing comercial ha impedido que las posiciones sustantivas se aclaren. En la simple percepción ciudadana, y fuera de los matices personales, no son precisas las diferencias programáticas entre Toledo, Castañeda y Keiko Fujimori, pues en conjunto parecieran simples continuadores del actual modelo económico y social. Para confusión de muchos, los matices que podrían ser cruciales, como el énfasis social del toledismo y el enfoque desarrollista del castañedismo, casi han pasado desapercibidos. El fujimorismo, en cambio, está anclado en una reedición fragmentada y tardía del régimen 1990-2000.

Es así lamentable que las propuestas de Toledo y Castañeda no calen adecuadamente en los electores, porque ambos ya han demostrado amplia capacidad de gobierno y un compromiso real de respeto a las libertades ciudadanas.

Por contraste, la propuesta de cambio que enarbolan Kuczynski y Humala sí ha tenido un alto impacto perceptivo. PPK no es solo un técnico que postula ajustes al modelo desde su vasta experiencia como economista, sino que plantea la consolidación de un sistema democrático y económico que permita al Perú superar el esquema exportador de materias primas que aún nos define. Ese reperfilamiento debería acarrear una nueva plataforma de nivelación social en una nación donde la herencia del neoliberalismo se sigue traduciendo en la enervante polarización de la riqueza.

En el caso de Ollanta Humala, ha calado una campaña muy bien planificada bajo la impronta de rehuir de la banalización de la política para concentrarse en el discurso de atención a la base social. El comandante ya no es el mismo de hace cinco años: tiene una propuesta más trabajada, formas menos rudas y toques...

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