Los complejos de inferioridad son buenos para los emprendedores

Tener una sensación de inferioridad es a menudo considerado como un defecto o una falla. Sin embargo, creo que puede ser una gran motivación y un estímulo para la acción. Es muchísimo mejor que quedarse simplemente satisfecho.

Me vino a la memoria su importancia al leer una entrevista que le hicieran al comerciante de artículos electrónicos Julian Richer en un nuevo libro sobre emprendedores, "The Branded Gentry” ("La burguesía con marca propia”), escrito por Charles Vallance y David Hopper. Richer es un brillante comerciante minorista a quien vi directamente en acción cuando hicimos brevemente negocios juntos.

Es un personaje fascinante y se cuenta en el libro que tener una "sensación de inferioridad” en el internado le hizo tener "más determinación que nunca” para lograr el éxito. La inseguridad y la ansiedad de Richer en parte provenían de "ser el alumno con menos dinero en medio de una población escolar privilegiada”.

Conozco esa sensación. Cuando yo era adolescente, nuestra familia solía pasar las vacaciones de verano en un búngalo en los terrenos de un castillo escocés que era propiedad de los amigos de mis padres. Eran mucho más distinguidos que nosotros, y todos sus hijos fueron a escuelas de la élite: mientras tanto, yo, al igual que mis hermanos, asistí a una escuela pública en un suburbio de Slough, un pueblo muy poco glamoroso al oeste de Londres, que fue el escenario de la serie original "The Office” ("La Oficina”).

Era difícil no desarrollar una especie de complejo de inferioridad, a pesar de que no pasábamos privaciones. Sin embargo, no podía esperar a crecer, volverme independiente y forjar mi propio camino en el mundo. Un reclamo puede ser una fuerza positiva, si se emplea de manera constructiva.

La semana pasada di una clase en una academia del centro de Londres a un grupo que tenía 15 años. Fue una tarea mucho más difícil que los dos discursos que tuve que dar ese día para audiencias corporativas.

Hablé con los adolescentes sobre trabajar como independientes cuando terminaran el colegio y les di la tarea de preparar un pequeño plan de negocios. De los 20 alumnos, por lo menos cinco tenían padres que trabajaban como independientes con negocios como locales de kebab o compañías de taxi. Casi todos ellos eran hijos de modestos inmigrantes. Pude sentir cierta ambición ardiente en el salón, y estoy seguro de que es posible que uno o dos tendrán gran éxito en sus propios negocios en los próximos años.

Toda la...

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