El color del cristal con que se mira

Por Sociólogo y profesor de la Universidad de Lima

¿Cuántas veces nos ha sucedido? Conversando con alguien, leyendo un tuit, oyendo una entrevista en la televisión, nos encontramos ante una interpretación de los hechos que nos parece una barbaridad. Y no siempre viene de una persona con una experiencia de vida totalmente diferente. No, proviene de aquel que estudió contigo, que fue amigo cercano, con el cual compartieron un proceso de socialización parecido.Cuando enfrentamos una interpretación de la realidad muy ajena a la propia, nuestra primera reacción es que al otro le han ?lavado el cerebro?, o juzgamos que solo piensa así por intereses mezquinos (económicos o políticos) o que ?en todo caso? ha resultado ser un idiota.Así es como trabaja la ideología. Podemos definirla como un conjunto de teorías, creencias y juicios acerca de cómo funciona la sociedad. Es una visión del mundo. En términos políticos, al ser compartida, cumple la función de mantener al grupo unido, justificar sus acciones y las actitudes de los cófrades. Existen porque son una parte inseparable de la condición humana: somos seres interpretativos y valorativos.Con frecuencia las ciencias sociales han querido desterrarlas, supuestamente aportando una sola interpretación ?fidedigna? de la realidad. Han buscado que la ciencia sea el gran arbitro que permita distinguir entre visiones falsas (o erradas) y lo anclado en lo empírico o históricamente comprobado. Estas pretensiones, sin embargo, jamás han tenido éxito porque son ?al fin al cabo? tan ideológicas como las demás (por ejemplo, el liberalismo o marxismo ortodoxo).Prácticamente toda ideología seria moderna se construye sobre algún tipo de conocimiento científico. Ya no se apela a la superstición o religión. Por ejemplo, ¿qué hacer ante la escasez y especulación de oxígeno medicinal? Rápidamente surgieron dos posiciones encontradas. Los que defendían al mercado (statu quo) porque el mayor precio por balón atraería a más productores aumentando la oferta y disminuyendo el precio. Esto, no obstante, tomaría un tiempo (¡a aguantar la respiración!). Por el otro lado, se encontraban los que apoyaban mecanismos estatales como declarar el oxígeno un bien público, requiriendo la intervención gubernamental en la producción, distribución y regulación de precio a favor del ciudadano, no importando el costo (¿con qué...

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