La ciudad jardín que se perdió en el tiempo

Por Carlos Hurtado De Mendoza. PeriodistaPara ningún limeño con menos de 30 años tiene sentido referirse a Lima como Ciudad Jardín o la Ciudad de los Reyes. Hace mucho tiempo que la capital del Perú dejó de ser un paraje campestre cuyas mansiones y caminos de herradura evocaban el virreinato. La última vez que la capital fue comparada con un huerto gigante ?y lo parecía? ocurrió a mitad de los años 50. Entonces, la ciudad era una vasta planicie con más de 80 mil hectáreas de tierras cultivables organizadas en haciendas, fundos, establos y molinos. Era otra clase de urbe, con una economía distinta a la de hoy. La capital se autoabastecía de las haciendas que la circundaban. No necesitó hasta los años 60 de los productos de la sierra central. El economista Eduardo Recoba?Martínez ha dicho que el limeño antiguo se proveía de las haciendas a través de un circuito muy eficiente, constituido por los caminos del virreinato, que conectaban las puertas de la ciudad con las grandes propiedades y sus campos. Varios de estos caminos son hoy las principales avenidas de la Lima actual. Norte productorTodo el cono norte formó el centro de abastos de la naciente urbe. Muchas de las haciendas ubicadas ahí le han cedido sus nombres a los distritos de la zona. El historiador Juan Luis Orrego, catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), cita algunos casos.El primero, la casa-hacienda Infantas, que perteneció en 1667 a Jerónimo Infante del Real, y cuya estructura aún se encuentra cerca de la comisaría de Infantas, en Comas. La propiedad tenía 570 hectáreas de extensión, y su producción se enfocó en el trigo y la caña de azúcar durante la colonia, y en el algodón en la época republicana. Orrego también destaca la hacienda Pro, que perteneció a la familia Pro León-Colmenares por más de 150 años, y a la familia Larriva, que también estuvo a cargo de la hacienda Comas en el área vecina. En el siglo XIX, Pro fue una de las propiedades que incorporó trabajadores...

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