Una ciudad asediada por la tristeza.

AutorRab
CargoCULTURA - Rese

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Hay episodios en la historia de una ciudad que pasan a formar parte de una suerte de archivo mítico-literario. Me vienen ahora a la mente las clases del poeta Pablo Guevara en San Marcos, y en especial una, en la que con el electrizante entusiasmo de siempre mencionó que en algún remoto lugar del Callao existía un bar muy antiguo, en una de cuyas toscas mesas de madera estaban grabadas, a cuchillo, las iniciales de Jack London (1876-1916) y de Herman Melville (1819-1891), quienes habrían tenido allí un improbable encuentro.

La curiosidad de algunos no se hizo esperar y en más de un caso corrieron por el patio de letras de San Marcos disparatadas historias de estudiantes-aventureros que se internaron sin éxito en los bares más antiguos y trajinados del puerto y de Chucuito en busca de las preciadas iniciales. La de Guevara debe ser, además, una de varias versiones (se dice que Marco Martos proponía otra). El mito, al fin y al cabo, es mudable, lo caracteriza un peculiar dinamismo, no es impermeable a la reinvención. La ciudad más triste (2012), primera novela de Jerónimo Pimentel, tiene mucho que ver con esto (por cierto, ofrece su propio relato de este episodio, pero sin London, en la página 39).

La ciudad más triste está basada en un hecho que viene del mundo fáctico, un hecho cuya veracidad tiene un respaldo documental: la estadía del escritor norteamericano Herman Melville en Lima, como parte de la tripulación de un barco de bandera estadounidense que recaló durante unas semanas en el Callao.

La novela asume la forma epistolar y cada capítulo corresponde a una

carta (1) que envía Melville a Nathaniel Hawthorne (1804-1864), contemporáneo del novelista-ballenero, entre quienes hubo una amistad intensísima y breve--su relación duró solo unos pocos años--, como ha quedado documentado en los diarios y cartas de Hawthorne.

En esas cartas que dan forma a la novela de Pimentel--y que quieren ser el doble ficticio de la correspondencia que realmente existió entre ambos escritores--encontramos tanto un registro de la experiencia y los sentimientos del hablante que adopta el papel de Melville, como un retrato moral y descarnado de los espacios geográficos desde donde se emiten las epístolas: el Callao y Lima.

Las cartas de Melville en esta novela no tienen respuesta. Y si la tienen, conforman un texto ausente, un texto paralelo, secreto e imaginario: estas presuntas respuestas quedan confinadas en el territorio más íntimo de...

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