Cincuenta años después

Por UrbanistaEl Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. Las residenciales San Felipe, en Jesús María, y Santa Cruz, en San Isidro, están celebrando el 50 aniversario de su inauguración. Desde 1966, Lima ha cambiado radicalmente, registrándose una expansión poblacional de 500% y un área urbanizada que como una mancha de aceite se ha ido convirtiendo en una megaciudad. Ambos proyectos fueron ejemplares para su época. A pesar de las críticas al planteamiento del urbanismo moderno, que surgieron en las décadas de 1970 y 1980, estas residenciales reflejan un verdadero compromiso e interés por mejorar la calidad de la vivienda en la ciudad por parte del Estado y de los arquitectos encargados de su ejecución, algo difícil de observar actualmente. Como legado, los proyectos ofrecen viviendas para familias de clase media en zonas céntricas donde, si se ofrecieran bajo otra modalidad, no serían asequibles.Hoy en día, la vivienda económica en distritos céntricos es casi inexistente. Mientras que el Gobierno Central no puede responder al enorme déficit de vivienda, el mercado sigue produciendo construcciones de pobre calidad en terrenos bastante costosos. Siguiendo el modelo de las residenciales mencionadas, la idea de plantear una política para permitir el acceso a una vivienda de calidad para una diversidad de sectores es algo relevante y necesario.En muchas ciudades del mundo hay políticas que promueven o subsidian viviendas para trabajadores de trabajos claves como médicos, enfermeras, bomberos, paramédicos, profesores...

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