Chorrillos, Asia y más allá

Por Roxanne Cheesman. *

Comienza la temporada de playa y gran parte de la población de Lima se traslada a los balnearios del sur y transforman la vida de esos lugares durante tres meses, entre Lurín y Cañete. La playa es un ejercicio de libertad, democratiza las reglas entre padres e hijos, flexibiliza las normas de circulación. Cercanos al desnudo, grandes y chicos, ricos y pobres parecen volver a la naturaleza inicial.

Hace 200 años, la gente de Lima también se mudaba en el verano y el lugar de moda era Chorrillos, la única ensenada con mar calmo en la bahía. Allí se trasladaban a inicios de la República los limeños notables y, según cuenta Flora Tristán en ?Peregrinaciones de una Paria?, muchas familias hacían grandes sacrificios para ?codearse? en el verano con la élite.

Tristán fue a Chorrillos en 1834 invitada por la familia Izcue, que alquilaba una casa por los meses del verano. Viajó en calesa y los caballos recorrieron 16 kilómetros sobre la arena para llegar.

Siempre crítica de la sociedad limeña a la que detestaba, la escritora relata cómo las mujeres en Chorrillos se dedicaban a las mismas tres cosas que según ella acostumbraban hacer en Lima: el ?dolce far niente?, el placer y las intrigas románticas y políticas. Fumaban todo el día, timbeaban ?rabiosamente?, tomaban sol durante horas echadas en hamacas y bailaban en las noches en las muchas fiestas que se ofrecían.

La vida de Chorrillos así descrita era una de excesos en el gasto y desenfreno en las costumbres. La cantidad de veraneantes aumentaba año a año y, según la misma autora, había crecido tanto que en 5 años ya tenía más de 800 casas, pero carecía de los servicios básicos que en Francia sí existían.

Para aquellos que no tenían recursos con los que...

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