Caso Lava Jato: después del escándalo

Por hugoCoyaEl Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. Siempre he admirado el optimismo excesivo de las personas que conciben que una gran crisis abre también una gran oportunidad y que, tras la develación del Caso Lava Jato, sobrevendrá un tiempo mejor, pues al enviar a la cárcel a los políticos corruptos que se beneficiaron con dinero ilícito junto a aquellos empresarios y funcionarios implicados en actos de corrupción, el Perú, como por arte de magia, debería ser una nueva nación. Sería hermoso que así fuera. Un genuino país de las maravillas, la encarnación de alguna frase cursi de un libro cualquiera de Paulo Coelho, el spot vívido del marketero que edulcora falencias con palabras inspiradoras para invocar la esperanza. Es cierto, podemos celebrar en este momento que haya quedado expuesto el perverso sistema que permitía a algunas empresas ganar licitaciones estatales a cambio del pago de suculentos sobornos para luego incorporarlos en el costo final de las obras, a través de adendas al contrato original u otros artificios. Ahora sabemos que cuando ellos ganaban, perdíamos todos. Pero quisiera expresar mi escepticismo sobre el porvenir cuando hoy sábado 17 de marzo se cumplen exactamente cuatro años del estallido en el país vecino del que se considera el mayor escándalo de corrupción en la historia de América Latina, aunque eso traiga consigo desazón entre quienes piensan que lo avanzado permitirá que la totalidad de los responsables recibirá su merecido castigo. No se trata de falta de fe en nuestro vilipendiado Poder Judicial, apenas la duda razonable sobre el curso de los acontecimientos y de que estos no se repetirán. Basta preguntarse si pudo el esquema instaurado por Odebrecht y determinadas empresas brasileñas operar durante tantos años con la anuencia apenas de las más altas esferas. ¿Consiguieron hacerlo sin que quienes estaban debajo desconfiaran de que algo turbio se escondía detrás de las gigantescas y obscenas ganancias empresariales de Odebrecht y las otras? De más está decir que se necesitaba algo más allá del respaldo en el primer nivel gubernamental: la complicidad o, por lo menos, el beneplácito de otras instancias dentro y fuera del Estado. Si como se indica actuaron aquí bajo la misma modalidad que en...

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