Carta de Turquía II

Por Virginia Rosas. Analista Internacional

Durante décadas las relaciones entre Turquía y los países árabes fueron casi inexistentes, por no decir hostiles. El desdén era recíproco desde que, en 1950, Ankara ingresó como miembro a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), considerada como un aliado incontestable de Estados Unidos y de Israel. Las tensiones eran tales que en 1998 Siria y Turquía estuvieron a punto de enfrascarse en una guerra.

Las cosas empezaron a cambiar entre árabes y turcos cuando en el 2003 los diputados del AKP, el partido del actual primer ministro Recep Tayyip Erdogan, se negaron a permitir el paso de las tropas estadounidenses por el territorio turco en la guerra de Iraq. También porque, pese a seguir manteniendo excelentes intercambios comerciales, las relaciones diplomáticas con Israel comenzaron a enfriarse a tal punto que en sus protestas los palestinos ahora enarbolan la bandera turca y el rostro de Erdogan.

Turquía necesita rodearse de un vecindario pacífico para su crecimiento económico y su prosperidad y por ello aplica una política de acercamiento en Medio Oriente. La reconciliación con Damasco era imprescindible y esta trajo como consecuencia la creación de una zona de libre comercio con Siria, Líbano y Jordania.

Paralelamente, Ankara se implicó en Iraq y creó vínculos sólidos con los sunitas en el mundo, abrió centros culturales y utiliza sus famosas telenovelas como medio de acercamiento con millones de árabes que las siguen con fruición. Al mismo tiempo, la televisión pública TRT lanzó un canal en lengua árabe que antecede al que Al Yazira quiere inaugurar en idioma turco. La popularidad de Erdogan es tal que su nombre...

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