El perreo: entre la perversion capitalista y el hedonismo posmoderno.

AutorUbilluz, Juan Carlos
CargoCULTURA

Calle Washington, no muy lejos de la Plaza San Martín: Centro de Lima. Son las tres de la tarde de un martes como cualquier otro. Es verano: sol, calor, sudor. La ropa se pega contra el cuerpo, una mano sirve de visera, la otra busca el pañuelo para secarse el cuello o la cara y todos maldicen su suerte mientras regresan al trabajo acabado el almuerzo. Todos menos los cientos de chicos que acuden a la Calle 8.

La Calle 8 es una entre tantas discotecas de adolescentes. Ni bien uno se repone de la sorpresa de haber ingresado a la noche en pleno día, el escenario se vuelve familiar: luces chillonas que estallan y se ahogan en la oscuridad, música a volumen que derrota la conversación, cerveza que se toma de a pocos para que dure, el baile como mecanismo de flirteo. Pero vayamos más despacio: habiendo adoptado el tono del cronista de costumbres, he olvidado lo distinto; he olvidado, por ejemplo, que en esta discoteca se baila el perreo, y que este baile se parece menos al flirteo que a la sodomía. No es broma. Aquí el hombre se pone detrás de la mujer y refriega su pelvis en (o golpea con él) las nalgas de ella. Como su propio nombre lo sugiere, el perreo alude al acto de copular por detrás <>, a vista de todo el mundo. ¿Se trata de un rito que anuncia un retorno a la naturaleza? ¿O la de-evolución del hombre: el rodar cuesta abajo luego de haber alcanzado la cima de la civilización? A fin de atacar la paranoia apocalíptica de estas preguntas, dejamos de lado nuestra prosa costumbrista, pues esta (remitiéndose a un <>) describe lo desconocido con un tono demasiado familiar y de este modo impide la interpretación de un fenómeno nuevo.

EL PERREO Y LA PERVERSIÓN

Lo primero que se debe advertir en el perreo es que emula al animal que satisface sus instintos sin inmutarse ante la mirada social. Pero obsérvese que solo la imita. Después de todo, ninguno de los danzantes se desviste y copula en la discoteca. El perreo no es por lo tanto un retorno a la naturaleza, un dejar atrás el pudor en nombre de la necesidad. Tampoco es el equivalente de una orgía pagana. Para definirlo de manera provisoria, digamos que es un simulacro del sexo que se regodea en el escándalo. El escándalo, por supuesto, está aquí de lado del adulto, de quien mantiene aún el recuerdo de una época más recatada. Pues para quienes han auscultado las nalgas de Xuxa u otras dalinas mientras mordían su chupón--es decir, para quienes han <> imágenes sexuales de los medios de comunicación...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR