El calentamiento global, una bendición en el desierto... por ahora

AutorNicholas Casey
CargoAmbientalista

El desierto ahora florece. Moras azules crecen en la arena hasta tener el tamaño de pelotas de ping-pong. Los cultivos de espárragos se extienden a lo largo de varias dunas y desaparecen en el horizonte.

Los productos del desierto son enviados a lugares como Dinamarca o Delaware, Estados Unidos. La electricidad y el agua potable ahora alcanzan pueblos que antes no tenían acceso. Muchos agricultores se han mudado a la zona desde las montañas, en busca de nuevas oportunidades en esta tierra.

Puede que suene como un proyecto de desarrollo perfecto, pero la razón por la cual fluye tanta agua por este desierto es que un glaciar en la cima de las montañas está derritiéndose.

Y puede que la bonanza no dure mucho más.

“Si desaparece el agua, tendremos que regresar a como era antes”, dice Miguel Beltrán, un agricultor de 62 años a quien le preocupa qué sucederá cuando vuelva a reducirse la cantidad de agua a la que tienen acceso.

“La tierra estaba desierta y la gente, hambrienta”.

El cambio climático ha sido una bendición aquí en Perú, pero pronto podría volverse una maldición. En las últimas décadas, el deshielo glaciar en los Andes ha generado una fiebre de oro en la parte baja del río, al resultar en la irrigación y cultivo de más de cuarenta mil hectáreas de tierra desde los años ochenta.

Pero es un beneficio temporal: el flujo de agua ya se ha reducido y los expertos estiman que la capa de hielo habrá desaparecido para 2050.

A lo largo del siglo XX varios proyectos públicos de desarrollo enormes, implementados desde Australia hasta países en África, han intentado dirigir agua hacia tierras áridas. La parte sur de California, Estados Unidos, era matorral hasta que llegó agua por medio de canales, con lo que se desató la especulación sobre el valor inmobiliario en las llamadas “Guerras de agua” que son retratadas en la película de 1974 Chinatown.

Sin embargo, el cambio climático amenaza estos proyectos al reducir la extensión de los lagos, diezmar los acuíferos y disminuir los glaciares que alimentan los cultivos. En Perú, el gobierno irrigó el desierto y lo convirtió en tierra arable por medio de un proyecto de 825 millones de dólares que, para dentro de unas décadas, estará en seria amenaza.

“Estamos hablando de la desaparición de torres de agua que está congelada que han dado sustento a poblaciones grandes”, dijo Jeffrey Bury, profesor de la Universidad de California en Santa Cruz que ha dedicado años al estudio del deshielo de glaciares y sus efectos en la agricultura peruana. “Esa es la gran pregunta...

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