Calentamiento global y Crisis energética: Las urgencias y el derecho

AutorAlejandro Drucaroff Aguiar

Valga aquí una pequeña digresión: siempre es bueno recordar que la historia de lo que llamamos civilización comprende apenas unos cuantos miles de años y que el asombroso desarrollo del cual somos consecuencia hoy, no registra más que pocos siglos, habiéndose producido los mayores logros en las últimas décadas. La insignificancia de nuestra presencia comparada con los 3.500 millones de años de existencia del planeta es demasiado evidente y también la posibilidad de que nos extingamos como les ocurrió y les ocurre continuamente, en muchos casos por nuestra culpa, a tantas otras especies.

El Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) formado por las Naciones Unidas ha ratificado una y otra vez los efectos que traerá de modo irreversible el calentamiento global, brindando precisiones mayores en cada informe. Pérdidas devastadoras y crecientes de superficies cultivables, ciudades costeras sumergidas, éxodos masivos -seguidos con toda probabilidad por guerras territoriales generadas por la desesperación de los desplazados-, serán sólo el comienzo de un camino sin retorno hacia el más oscuro pasado, sin demasiada esperanza de futuro para los sobrevivientes.

Las emisiones contaminantes que genera la actividad humana son un factor esencial de esa perspectiva catastrófica, realidad palpable en el cambio climático y las tragedias que se suceden, causadas por los fenómenos meteorológicos. Los científicos así lo establecieron1, los economistas calcularon que el costo de reducirlas sería mucho menor a las pérdidas que ocasionará el calentamiento2 e incluso la Justicia comenzó a receptar en sus sentencias que el Derecho impone enfrentar la amenaza.3 La chance de superar el gravísimo peligro aún está al alcance del género humano, pero depende de alcanzar una firme decisión colectiva e instrumentarla de inmediato en una dirección que priorice lo sustentable por sobre toda otra consideración.4

Sin embargo nada de eso ha sido suficiente para lograr avances serios en el campo internacional; la cumbre celebrada por Naciones Unidas en Bali a fines de 2007 con la asistencia de 187 países, debió prorrogar sus sesiones para alcanzar un acuerdo que no supera lo formal y se limita a mencionar la necesidad de "severas reducciones de las emisiones mundiales" sin asumir compromisos concretos. Contra ese mínimo paso adelante batallaron hasta el último momento algunos de los países que mayores emisiones contaminantes producen. El Secretario General Ban Ki-Moon debió conminar con dureza a los representantes de los distintos gobiernos a actuar mientras aún hay tiempo. El consenso logrado con tanto esfuerzo no tendrá efectividad alguna si no se refleja en medidas concretas, serias y eficientes adoptadas con rapidez.

Una mirada al problema desde lo jurídico arroja como primera conclusión notoria que está en juego el derecho a la vida de millones de personas y, en perspectiva, el de la humanidad toda. De allí en más los restantes derechos humanos se ven fuertemente comprometidos a un punto tal que no es preciso abundar en mayores consideraciones. En escasas décadas nadie será ajeno a las consecuencias; ya no hablamos sólo de las generaciones venideras como un sujeto indeterminado. Las consecuencias se viven hoy en el incremento notable de tragedias climáticas, pero en pocos años la subsistencia se verá amenazada por una sustancial disminución en la producción de alimentos y las demás consecuencias ya esbozadas; nuestros hijos y...

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