Con tu bulla a otra parte

Por Rolando Chumpitazi. Editor de Lima

Sin respetar ninguna norma de protección auditiva, toneladas de cumbia, salsa, reggaetón, entremezcladas con acarameladas dosis de baladas nuevaoleras, y rematadas con su poquito de rocanrol más, inundan, literalmente, las calles de Lima.

Desde combis, coasters y buses, la ciudad se moviliza al volumen de la música que a los choferes les viene en gana. El dial aguanta todo, y más en ese valle de lágrimas llamado transporte público.

El problema, obviamente, no es la música. Tampoco ?como dice el dirigente transportista Julio Raurau? es que el municipio provincial ande inventándose multas en contra de los ?pobrecitos? choferes. No. Aquí la verdadera razón de prohibir la manipulación de los equipos de sonido y televisores en el transporte público no es otra que resguardar y preservar el orden público y la tranquilidad de los viajantes.

Quienes diariamente usan este caótico pan con mango que es nuestro transporte público ?exceptuando al Metropolitano y al tren eléctrico? deben soportar no solo el mal humor de los choferes y cobradores, sino también sus desaforados gritos al reclutar pasajeros. A ello súmele un excesivo ruido musical, y el despelote y el maltrato en contra del pasajero están garantizados. Y así nadie viaja relajado.

Hace bien la Municipalidad de Lima en incorporar esta prohibición a la Ordenanza 1599, que desde el 2 de julio intentará reorganizar el servicio del transporte público en la capital. Hace bien, pues no es posible que quienes tienen el poder de las unidades se crean con derecho a hacer lo que les da la gana en ella. Porque no solo es manejar mal, tener mal aspecto o ser nada cordiales. También nos...

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