En Blanes con el fantasma de Bolaño

Por Jeremías GamboaEscritor

La situación es esta: el joven periodista Diego Gándara habla por teléfono desde Barcelona con Roberto Bolaño, escritor chileno afincado en Blanes, pueblo marítimo a 60 kilómetros de la ciudad condal, que últimamente habla mucho con él tras la crisis económica argentina. Es el 2001 y Bolaño ya se consagró con la publicación de ?Los detectives salvajes?, y trabaja a todo motor en los crímenes de Ciudad Juárez, en México, que planea fagocitar para la descomunal ?2666?. Gándara le dice que ha leído su primer libro, el inubicable ?Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce? firmado con A.G. Porta, gracias a la librería de su barrio. Bolaño le responde que tiene varios ejemplares de ese libro. Luego añade que le puede firmar varios y dárselos para que después de muerto le den un dinero por ellos. Ambos se ríen.?Un escritor en Blanes?La anécdota aparece en ?Movimiento único?, novela de Gándara que recupera sus primeros años en Barcelona bajo la figura tutelar de Bolaño. Gándara me dice que es real. Que todo lo que concierne a Bolaño en ese libro es real. Bolaño tenía así de claro, pienso, que su figura iba a reverberar más allá de su muerte. Y es cierto.Falleció en el 2003, pero ahora, por voluntad mía, Gándara y yo estamos en la terraza de su piso en Barcelona poniéndonos de acuerdo para visitar Blanes, lugar al que él fue una vez para ver a Bolaño y que yo quiero conocer, sobre todo después de dictar un par de cursos que me obligaron a releer sus obras cumbres. Hace poco, revisando un pasaje de ?2666? en que el escritor Benno Von Archimboldi viaja de Colonia a Hamburgo a encontrarse por primera vez con su futuro editor Jacob Bubis, no podía dejar de imaginarme a Bolaño realizando el mismo trayecto desde su pueblo para juntarse con Jorge Herralde, el editor que apostó por su obra a fines de los noventa. Me prometí que conocería Blanes.Barcelona se despierta de la resaca de la fiesta de Saint Joan cuando Diego, yo y su hijo Pau nos trepamos al auto que conducirá el cineasta peruano Diego Vega, que se ha unido a nuestra aventura. Diego, además, se quiere dar un chapuzón en el mar. A través de carreteras despejadas y temiendo que se nos acabe la gasolina, llegamos a la ciudad a la que Bolaño arribó en 1985 para estar con su madre, y hacerse después de un negocio de bisuterías instalado en un local que aún se mantiene abierto en la esquina de las calles Cristófor Colom y Lluís Companys, y que ahora ocupa...

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