La balada del padre Francisco

Por Fernando A Iglesias. Columnista de "La Nación”, Argentina (GDA)

Millones de páginas se han escrito sobre las posibles consecuencias de la asunción de Francisco para la Iglesia Católica. Ríos de tinta han corrido sobre la problemática relación del cardenal Bergoglio con el Gobierno. Premurosas, las difamaciones han ido, fracasado y venido, transformándose en resignada aceptación de lo inevitable. De todo esto se ha escrito hasta el cansancio. Poco y nada se ha dicho, en cambio, sobre el impacto para el mundo de la designación de una de sus más importantes autoridades políticas. Nada que deba sorprendernos en un planeta cuya principal religión es el nacionalismo; esa curiosa superstición que nos permite creer que nuestro país prosperará en medio de espantosas crisis globales y que nuestros hijos sobrevivirán aunque avance la proliferación nuclear y estallen las consecuencias del cambio climático. El tema merecería varias notas, pero me he prometido dedicar esta al nuevo Papa. Déjenme cerrar la cuestión, pues, diciendo que si continuamos construyendo un mundo cada vez más unificado e interdependiente por la tecnología y la economía, mientras seguimos enseñando a los niños que el propio país es la medida de todas las cosas y sus intereses el principio último que debe guiar nuestras acciones, algo malo va a sucedernos pronto. Después no digan que nadie les avisó.

En tanto esperamos que esta vez el búho de Minerva alce su vuelo antes de que el mundo explote, volvamos al Papa, cuya elección de nombre ha suscitado el mayor entusiasmo religioso del que mi pobre corazón agnóstico es capaz. Me explico: he vivido siete años en Italia y uno en Gubbio, patria del lobo, a pocos metros de donde se produjo su encuentro con Francesco, quien allí mismo alzó uno de los primeros leprosarios de la historia. De manera que mi alma anticlerical se ha rendido hace mucho ante el poverello de Asís y sus tres maravillosos milagros: la paz, la armonía con la naturaleza y la opción a favor de los pobres. Con semejante equipaje no es de extrañar que ningún papa haya querido utilizar antes su nombre…

Y bien, ¿no son los valores franciscanos de paz, respeto por la naturaleza y opción por los pobres la exacta contracara de las tres grandes crisis globales que amenazan hoy al mundo? ¿Qué otra cosa que paz necesita un mundo agobiado por la proliferación de armas de destrucción masiva? ¿Qué más que respeto por la naturaleza precisa una humanidad extraviada en la...

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