La bala que duerme en él

Por Diana Gonzales Obando. Periodista, literata, redactora de El Dominical

Toda bala cuesta una vida. Su única misión es dañar, agredir, matar. Hace un mes una de ellas se alojó en la cabeza de mi padre Félix Gonzales Victorio, un hombre de 65 años que trabajaba en una playa de estacionamiento. Fue asesinado en una notaría en Surquillo, un lugar donde decenas de personas acuden diariamente y que aparentemente estaba protegida por su cercanía a dos instituciones policiales, dos. Vi su muerte como la vio todo el país y, como todo el país, vimos a tres delincuentes que con toda tranquilidad huían mientras mi padre moría.

¿Por qué es tan fácil acceder a un arma? ¿Por qué es tan fácil aniquilar una vida? ¿Cuántas mamás, papás, hijos o hijas tienen que morir para que las autoridades se sientan responsables de cumplir con su obligación? Es que quizá los señores Humala, Villarán, Jiménez y Pedraza no sepan lo arriesgado que es actualmente realizar un acto tan básico como caminar por la calle llevando un celular o una cartera. Ellos, pues, a diferencia de nosotros, cuentan con la perenne protección de una policía costeada por todos los peruanos.

Cada bala que se lleva la vida de un ciudadano es el penoso resultado de lo que no hicieron quienes nos gobiernan, de los vacíos que deja su...

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