¡Avive el seso y despierte!

Por marioGhibellini

El Comercio abre sus página al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.Esta semana los peruanos hemos aprendido dos cosas: los grupos de poder existen y todos los castellanos son legítimos. Si hemos entendido bien, resulta, por un lado, que piquetes de personas con intereses u orígenes comunes, y distribuidas en determinadas esferas económicas, culturales o políticas del país, ejercen cotidianamente presión para imponernos sus agendas. Y por otro, que si determinados grupos de hablantes cultivan alguna variante de la rica lengua de Cervantes que difiere un tanto de la estándar, nosotros no somos nadie para andarlos hostigando y hacerles notar la diferencia.En esa medida, una peña de fulanos nacidos, criados o con una cierta experiencia laboral en Moquegua y colocados estratégicamente dentro del Ejecutivo ha de ser, suponemos, un grupo de poder. Sobre todo, si sus integrantes se protegen o favorecen mutuamente de acuerdo con un set de intereses identificable.Y de otro lado, el castellano que podríamos denominar ?burocrático? ?brotado y propagado en los pasillos de los ministerios y las gacetillas de la prensa oficial? tiene que ser tan respetable y respetado como el ?poético?, que desplegaba, por ejemplo, el buen Jorge Manrique cuando escribía sus coplas a fines de la Edad Media.Todo esto nos lleva a pensar en el presidente del Consejo de Ministros, don Vicente Zeballos, quien, por curiosas coincidencias de la vida, se relaciona tanto con lo primero como con lo segundo.?Orquídeas de otoño?El esforzado premier de la administración Vizcarra es, en efecto, miembro nato de esa especie de anexo del ?Club Moquegua? que funciona desde hace tiempo en las alturas del poder. Y, simultáneamente, un informante de lujo para quien quiera escribir una tesis sobre las secretas virtudes de decir ?peticionar? ahí donde el común de los mortales diríamos ?pedir?; o ?merituar?, en los casos en que quizás usted, pedestre ciudadano que nunca redactó un decreto o ciñó fajín, habría dicho simplemente ?merecer?.No es, sin embargo, ninguna de esas dos circunstancias ?es decir, su pertenencia a un determinado grupo de poder o su competente manejo del castellano burocrático? lo que nos mueve a ocuparnos de él en esta oportunidad. En esta pequeña columna, estamos un tanto alarmados, más bien, por la insólita...

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