La aventura de Carlos González.

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[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Carlos Alejandro González Henríquez es conocido como El cacique en toda aquella zona que va de Tarapoto a Moyobamba y de Yurimaguas a Chachapoyas. Se trata de la selva nororiental peruana, un paraje abundante en riquezas naturales, atribulado por la subversión de los últimos veinte años, el negocio del narcotráfico y las fuerzas del orden. Me mira, y confiesa que en el Perú todo empresario choca con la corrupción en sus diversos niveles: la fiscalía, los jueces, la policía, el ejército. Sobre todo aquí, donde un empresario debe hacerse respetar, estar en excelente forma física y debe dar a entender que no le tiene miedo a quienes desean invadir sus terrenos o robar su patrimonio. En Lima, dice, la gente envejece rápido y mal. Él se mantiene delgado y hace, desde Tarapoto a Yurimaguas, dos horas en su viejo Volvo, lo que se demora un trayecto de San Isidro a La Molina.

En enero de este año un grupo de delincuentes emboscó uno de sus vehículos y pretendieron robarle la planilla. Se trataba de un soplo interno. Inmediatamente se trepó a uno de sus jeeps y empezó la persecución en el bosque, provisto de un machete y de un arma de fuego. Los alcanzó, los detuvo y los entregó a la comisaría de El Sauce. No podría ser de otro modo. La gente espera conocer tu reacción, si todavía la mantengo firme, si no me he debilitado. Una vez dentro, solo queda esperar. El jefe de esa banda es un reconocido líder de una asociación de vivienda que, con astucia, compromete a las autoridades del lugar. Actualmente, el negocio en la zona son las invasiones. La región es próspera y dentro de poco se viene la inversión brasileña. La figura es confusa: son invasores, exemerretistas, delincuentes, líderes vecinales: todo a la vez. Todo en una. Es muy difícil separar la paja del trigo e imponer la justicia. Por esa razón, Carlos González no se separa de su arma y coge el machete cada vez que amenazan sus vastas propiedades.

Carlos González es limeño, ex alumno del colegio La Inmaculada, de prolongada actividad profesional en el campo de las finanzas y el comercio. Ahora se ve a sí mismo como un empresario turístico. Es dueño del Hotel Puerto Palmeras en Tarapoto, de Lago Lindo en El Sauce, de Puerto Pericos en Yurimaguas y de Puerto Pumas en Pomacocha. Pero antes trabajó en el Banco Continental, en una empresa molinera, en el Banco Central de Reserva hasta que, por fin, tomó la decisión de marcharse de Lima y trasladarse a la selva norte. Eso fue en...

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