Avances y experiencias con relación a la aplicación del reglamento de comunicación de alertas y advertencias

AutorCrosbby Buleje

En el 2016, se publicó el “Reglamento que establece el procedimiento de comunicación de advertencias y alertas de los riesgos no previstos de productos o servicios colocados en el mercado que afecten la salud y/o seguridad de los consumidores”1, el cual tiene por finalidad regular el procedimiento que los proveedores deben seguir para eliminar o reducir los riesgos no previstos de los productos o servicios colocados en el mercado que afecten la salud y/o seguridad de los consumidores (en adelante, el Reglamento de Comunicación de Alertas y Advertencias).

En esta entrada, me propongo identificar algunas alternativas de mejora a dicha regulación. Para tal efecto, es necesario esbozar algunas unas ideas clave previamente.

Como es sabido, los proveedores compiten en el mercado tratando de captar la mayor cantidad de transacciones con los consumidores. Para ello, los proveedores están obligados a ofrecer los productos y servicios que mejor se adecúen a las necesidades de los consumidores. Ello implica no solo competir por precio o calidad, sino también por diseñar las características de los productos o servicios que satisfagan de la mejor manera a los consumidores.

Por ejemplo, el mercado de teléfonos móviles. Todos conocemos las guerras comerciales entre los fabricantes que se producen todos los años con objeto de vendernos “el mejor” teléfono móvil. En efecto, a fin de vendernos el mejor teléfono, las compañías diseñan las características de estos poniéndole mayor énfasis en aquellos atributos que estiman son los que más valoramos los consumidores. Algunos fabricantes ponen más énfasis en características como la resolución de la cámara, la velocidad, la duración del a batería, la resistencia a factores climáticos, etc. Muchas veces resulta necesario sacrificar determinadas características en aras de mejorar otras. Antiguamente, por ejemplo, la batería de los teléfonos móviles duraba mucho más sin embargo tenían menos usos como los tienen actualmente.

En dicha competencia existe una restricción respecto a cuánto puede invertir una empresa en el mejor diseño de sus productos y servicios, la cual está relacionada con la disposición a pagar de los consumidores. Apple podría hacer el teléfono más resistente a las caídas empleando fibra de carbono en sus carcasas pero seguramente eso estaría limitado por lo que el consumidor estaría dispuesto a pagar el teléfono móvil.

En este contexto, las empresas se enfrentan a un dilema: ¿Cuáles son los atributos que más valoran los consumidores y en qué grado de intensidad? Lamentablemente, este es un dilema que no puede ser resuelto ni con las técnicas econométricas más sofisticadas. En efecto, ¿cómo una empresa puede saber hasta qué punto dedicar recursos a perfeccionar un atributo de su productos, si con el transcurso del tiempo puede que el consumidor haya migrado su preferencia a otro atributo o puede que en el futuro el mismo consumidor valore en menor intensidad dicho atributo?

Ello sucede también con el atributo referido a la seguridad de los productos. En efecto, la demanda de los consumidores por la seguridad de los productos es heterogénea y hasta cierto punto desconocida. En ese sentido, las empresas podrían ofrecer un nivel sub óptimo de seguridad, sea por un tema de costos que la empresa estimó que el consumidor no estaba dispuesto a asumir o porque simplemente se hicieron nuevos avances que permitieron identificar a la empresa que el nivel de seguridad no era el que inicialmente se pensaba.

En cualquier caso, se puede apreciar que el proceso productivo no es perfecto sino que este se encuentra sujeto a incertidumbre y, en consecuencia, a error. La posibilidad de error es una característica natural del mercado y ello no se debe a un actuar doloso de la empresa sino que responde a la natural incertidumbre del proceso de mercado. De hecho, si todo fuera perfecto en el mercado, es decir, si todas las vicisitudes del mismo se pudieran conocer de antemano, no existirían las compañías de seguro y tampoco serían necesarias las autoridades de solución de controversias pues las empresas sabrían como satisfacer la demanda heterogénea de los millones de consumidores.

Si bien parece trivial el esfuerzo por trasladar o enfatizar en la idea de que el proceso productivo es imperfecto, como veremos más adelante, su inadecuada comprensión de parte de los policy makers puede generar efectos contraproducentes en el mercado.

Ahora bien, imaginemos que una empresa se equivocó al momento diseñar las características de un producto y, por ejemplo, no incluyó un protector más resistente en el cargador de los teléfonos móviles. Como consecuencia de ello, dicho producto puede poner en riesgo a los consumidores pues generaría un sobrecalentamiento del mismo y la posibilidad de un daño físico. ¿Quién asume la responsabilidad? Es claro que en estos casos, es la empresa o proveedor es quien debe asumir la responsabilidad.

Es en virtud de esta responsabilidad y sus consecuencias, que las empresas realizan lo que denominaremos, el proceso de recall. Es decir...

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