Atahualpa domina lo alto

Por Catherine ContrerasDesde que en 1867 salió de Florencia rumbo al Perú la obra maestra de Luis Montero, no había llegado a posarse sobre la pared que lo exhibiría de manera definitiva. El viernes, el imponente lienzo ?Los funerales de Atahualpa? emprendió el último ?aunque más corto? trayecto de este largo viaje. Arropada por su creador, la obra hizo paradas en Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires antes de llegar al Perú hace casi 150 años. Estaba destinado que el Montero se exhibiría en el novísimo Palacio de la Exposición, que el presidente José Balta mandó construir en 1869. Allí permaneció salvo por un breve período, posterior a la Guerra del Pacífico, cuando el ejército chileno lo llevó al Congreso de su país.La obra fue recuperada y devuelta al edificio neorrenacentista que hoy es sede del Museo de Arte de Lima (MALI). De vuelta en casa, ?Los funerales de Atahualpa? pasó por varios ambientes: del descanso de la escalera principal, frente a Paseo Colón, a la escalera adyacente a la puerta que está frente al Parque de la Exposición, y luego a una sala donde se exhibió durante el reciente proceso de restauración, entre el 2010 y 2011. Después de ello, el Montero salió de escena. Se retiró a los aposentos del taller de conservación y restauración del MALI, hasta que esta semana despertó.EL MONTERO ASCIENDEEl viernes último, ?Los funerales de Atahualpa? amaneció cubierto de una tela blanca, posada su base dentro de una cubeta de madera y protegida con suficiente espuma como para que no se dañe.María Villavicencio, jefa técnica del departamento de Conservación y Restauración del MALI, daba las últimas indicaciones al equipo convocado para mover la mole de aproximadamente 200 kilos de peso y dimensiones que bordean los 350 y#215; 430 cm (sin marco). La misión era trasladar el lienzo del taller del primer nivel a la sala del segundo piso, en un recorrido de no más de 200 metros.Ayudaron en esta delicada tarea cinco hombres que sostuvieron igual número de parantes (para mantener la verticalidad de la pintura), ocho más que sujetaron las fajas para levantarlo y dos personas más para movilizar la obra.Al cabo de tres horas, sorteando puertas estrechas, ductos de ventilación y la larga escalera dividida hoy por un pasamanos que no fue obstáculo para la ascensión, el Montero llegó a su sala del segundo piso, se posó sobre una gran pared pintada de verde (el mismo tono del manto sobre el que yace Atahualpa en el lienzo), y se dejó ver...

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