¿Arbizu, en la cuerda floja?

Por Juan Paredes Castro. Editor central de políticaGrandes dosis de irritabilidad están deformando peligrosamente la conducta y funciones de algunas importantes personalidades públicas.El sociólogo Julio Cotler le aconsejaba hace poco al presidente Ollanta Humala abandonar su autorreclusión política y dejar de pelearse con casi todo el mundo. Le pedía, en suma, buscar aliados (supuestamente mejores que Perú Posible) y abrir espacios de diálogo y concertación. Cotler aludía, sin nombrarla, a la irritabilidad presidencial de los últimos tiempos.Por último, y desde nuestro punto de vista, Humala puede darse el lujo de caer en la irritabilidad, después de todo lo que viene aconteciendo con su gobierno, con su partido, con su bancada parlamentaria, con su entorno ministerial y hasta con su aprobación y popularidad que sufren marcados descensos. Podríamos decir que hasta tiene derecho a estar molesto, aunque todos quisiéramos verlo tomar las cosas con real calma. Lo que no es admisible es que la irritabilidad se convierta en el modo de vida política de quienes están, por el contrario, obligados a conservar el máximo de serenidad y ponderación posibles, por lo mismo que cargan con responsabilidades de Estado, como son los ministros y procuradores.A alguien que no tiene el nivel ni la visión ni la madurez de un Cotler se le ocurrió seguramente aconsejar al presidente y a sus ministros no dejar pasar una sola provocación de los opositores al gobierno. Desde entonces a estos les ha llovido ingredientes de su propia medicina, y también insultos como los de ?panzón? de acá y ?panzón? de allá no solo fueron recogidos por su destinatario sino también devueltos. Frases como la de ?candidatura presidencial? y ?presidencia conyugal...

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