Antídoto a la vena

Por HistoriadoraUna de las historias más conmovedoras que he escuchado es, sin lugar a dudas, la narrada por la gran escritora estadounidense Maya Angelou. Violada a los 8 años, Angelou relata cómo perdió la voz tras conocer que el perpetrador del terrible abuso ?un hombre cercano a su familia? fue asesinado por parientes indignados con su injusta liberación. Hija de la pobreza, la marginalidad y el racismo, Maya creyó que por haber denunciado a su violador ella era culpable directa de su muerte. Cinco años de silencio ?autoimpuesto? le permitieron, sin embargo, leer una serie de libros que marcaron su vida y su prolífica carrera literaria. Autores como William Shakespeare, Charles Dickens, Guy de Maupassant o Edgar Allan Poe dotaron a Angelou con las claves para entender la frágil condición humana, además del inmenso poder de las palabras como antídoto contra el dolor y la desesperación.La palabra es un don humano, instrumento por excelencia de un largo y complejo proceso de socialización. Mediante ella dialogamos e incluso nos consolamos superando el tiempo y la distancia que muchas veces nos separa. Porque es difícil mantenerse indiferente ante el amor, la inteligencia humana y la fuerza del destino que fluyen en el ?Decamerón?, esas historias narradas por Bocaccio en el siglo XIV, que transcurren en una villa, a las afueras de una Florencia acosada por la peste negra. Siempre pienso en la desesperación de Simón Bolívar escribiendo desde el exilio su magistral ?Carta de Jamaica? o en la inmensa tristeza de César Vallejo cuando concibió ?España, aparta de mí este cáliz?. Las palabras que Marguerite Yourcenar pone en boca de Adriano: ?El hombre es una efímera sombra de una eternidad, que vanamente pretende ser? vuelven a mi mente en momentos de crisis. Así como regresan, para darme ánimo, los divertidos soliloquios de Martín de Romaña, cuya ?exagerada vida? leía mientras completaba mi doctorado en California. Recobrar el vocabulario de la república temprana me ayudó a remontar tiempos difíciles. Mientras Sendero mataba y destruía, yo me nutría con los escritos de Faustino Sánchez Carrión, el ?Diccionario republicano? del coronel Juan Espinosa o la extraordinaria correspondencia de Manuel Pardo, escrita durante la campaña electoral de 1871-1872 que lo llevó a la presidencia. Fueron palabras tan potentes como ?justicia?, ?mérito?, ?igualdad? y ?felicidad? las que vinieron en mi rescate, como probablemente ocurrió con otros peruanos durante...

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