Angry Birds asustados

Por AbogadoHace casi un año en este mismo Diario escribí un artículo en el que comparaba a los fujimoristas con el célebre juego de la firma finlandesa Rovio Entertainment (?Angry Birds?, 3/12/2016).Para quien no ha jugado Angry Birds, se trata de unos pájaros con distintos poderes y características (y con caras de muy pocos amigos) que son disparados usando una honda gigante, contra estructuras de distinto tipo, material y diseño, a fin de destruirlas y con ello ir eliminando a sus enemigos, unos cerdos verdes en forma de bolas. Como dije en aquella ocasión, los Becerriles, Alcortas y Chacones me recuerdan a Red, Bomb y Chuck.La destrucción es la regla. Los Angry Birds, como los fujimoristas, siempre están furiosos y tienen cara de pocos amigos. Se propulsan por sus propios medios contra sus enemigos, a los que solo quieren destruir causando el mayor daño posible y sin importarles que ello los conduzca a la autodestrucción.Pero el 2017 nos ha traído una nueva versión más agresiva y destructiva del juego. Ahora los Angry Birds ya no están solo furiosos. Están asustados. Varios han entrado en pánico.El escritor alemán Ludwig Börne decía que el hombre (o mujer) más peligroso es aquel que tiene miedo. Y es que el instinto de supervivencia puede hacer que el miedo fomente la agresividad.Las recientes especulaciones sobre el apoyo económico de Odebrecht a Keiko han desatado una ola de temor en el fujimorismo. Su reacción ha sido disparar a cualquier cosa que se mueva. Su nueva víctima: el fiscal de la Nación (y detrás de él siguen todos los fiscales que han estado empujando los casos de corrupción).La corrupción es un asunto particularmente escabroso para el fujimorismo. Su pasado está salpicado (mejor dicho ?embarrado?) de antecedentes e incidentes de los que no se puede liberar, reflejados en los barrotes de la Diroes como recuerdo palpable de sus excesos.Keiko trabajó (y mucho) para desembarazarse de ese pasado vergonzante. Y no quiero que se me malinterprete. Para mí, Keiko sigue siendo inocente hasta que se pruebe lo contrario. Pero la furibunda reacción de su bancada podría comenzar a entenderse como confesión de culpa firmada y sacramentada. Tanto ímpetu desbordado hace pensar que...

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