Amor por el Perú

Por HistoriadoraSumamente violenta ?especialmente a nivel verbal? ha sido la última campaña electoral que esta semana llega a su fin. No alcanza la dimensión de la de 1872 ?que culminó con un presidente asesinado a balazos y un ministro de Guerra y dos de sus hermanos colgados del campanario de la Catedral de Lima? pero igual ha suscitado pedidos de tregua. El problema es que las campañas electorales son el fiel reflejo de cada sociedad. La oportunidad que ellas tienen para exorcizar sus demonios y saldar cuentas con un pasado irresuelto que ?como el nuestro? siempre vuelve para atormentarnos. Pienso, por ejemplo, en la corrupción que destruye a nuestras instituciones, en el crimen organizado que no perdona ya ni la vida de bebes durmiendo en los brazos de sus madres, en el narcotráfico que se perfila como el primer grupo de interés económico, en nuestra poco estudiada tendencia hacia la destrucción y en la falta de amor por la República del Perú.Hasta la fecha hemos visto todo lo imaginable: tesis plagiadas que ya nadie recuerda, un jurado electoral que no se comportó a la altura de las circunstancias, candidatos que subieron y bajaron por el palo encebado de las encuestas, traiciones, denuncias, pocas ideas y mucha farsa. Pero lo más destacable es el despliegue de dinero y recursos, inédito en nuestra historia electoral. La interminable serpiente de camionetas, buses y carros último modelo movilizados por Fuerza Popular en Puno bajo la batuta de Joaquín Ramírez, supuesto lavador de dinero ligado al narcotráfico, es solo comparable a las caravanas majestuosas para recibir a Keiko Fujimori, financiadas por un cacique selvático acusado, también, de narcotráfico y lavado de activos. Terrible obscenidad en un país pobre y que debiera llamarnos a la reflexión. A la preocupación por el surgimiento de una plutocracia lumpenesca que no entiende de democracia y para la cual el amor al Perú es una idea esotérica.?Sirve a tu país; busca la excelencia?. Esta sentencia, en medio de la feria de improperios, cinismo y pobreza...

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