El amigo que perdi.

AutorAdrianz
CargoPALMAS REVOLUCIONARIAS

Por esas coincidencias que tiene la vida, cuando murió Cancho Larco yo había terminado de leer la obra de teatro de José María Sanchis Sinisterra El cerco de Leningrado (Una historia sin fin). Me la entregó Ruth Escudero, actriz y directora de teatro. Ella, Violeta Cáceres y Ana Cecilia Natteri piensan ponerla en el mes de noviembre. La obra de Sanchis cuenta la historia de dos mujeres mayores que conversan en un viejo teatro en desuso no solo sobre sus vidas, sino también sobre el pasado, presente y futuro del comunismo. La época, como señala el propio Sanchis, es >.

Cuando terminé de leerla, lo primero que se me vino a la mente fue esa extraordinaria novela --que es una novela al interior de otra-- de Javier Cercas, Soldados de Salamina, que narra, en la España actual, la búsqueda por parte de un periodista de un comunista que decide, al final de la guerra civil española, no matar y dejar escapar a un falangista.

Sin embargo, entre la novela de Cercas y la obra de teatro de Sanchis hay, como diría Marx, un hilo conductor: el intento no solo de hacer un balance, por lo demás crítico y duro, del comunismo, sino también un rescate abierto y franco de lo que podríamos considerar los comunistas íntegros. Es decir, de aquellos que pensaban, honestamente, que era posible cambiar y construir un mundo mejor. Que los tres personajes sean mayores y que vivan en un teatro en ruinas en Madrid o en un asilo de ancianos en Francia, muestra claramente la soledad y la ancianidad en la que hoy se debate el comunismo. Si vive, me refiero al comunismo, es porque existe en la memoria de estos personajes y en la curiosidad de unas cuantas personas que descubren su falta, pero también su necesidad en el mundo actual.

Por eso, cuando murió Cancho, pensé en esos personajes. Cancho era un hombre mayor. Austero. Estaba próximo a los ochenta años. Además, amante y autor de teatro y de la buena literatura. Poseía una extraordinaria cultura, la que había que descubrir, por su modestia, poco a poco y con el paso del tiempo. Formado en los predios de la Revolución Cubana --vivió en Cuba toda la década de 1960 y volvió al Perú deseoso de colaborar con el velasquismo en la de 1970--, era un hombre marcado por esa experiencia. En fin, un bolchevique, como lo son los personajes de Sanchis y de Cercas. Duros algunas veces, amables otras, pero dueños de una gran bondad, difícil de encontrar en esta vida.

Conviví con Cancho, porque trabajé en desco en aquella época, durante...

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