El ambientalismo como un nuevo paradigma

AutorCristian Frers

El Ambientalismo como un nuevo paradigma

Por: CRISTIAN FRERS

A partir de mediados de la década de los 60 y en las décadas posteriores se fueron desarrollando un amplio y confuso conjunto de ideas alrededor del tema del ambiente y de su relación con las actividades y actitudes de la sociedad. Estas ideas se corporizaron en un no menos confuso movimiento social y político que fue creciendo y expandiéndose tanto en ideas como lugares. Empezó con ciertas características en los países anglosajones, se extendió después en el resto de los países desarrollados y se volcó finalmente, siempre en transformación, a los países subdesarrollados. Durante este proceso se vio enriquecido con nuevas ideas y conceptos, pero también se fragmentó en diferentes corrientes, dando como resultado final una gran cantidad de movimientos que lo único que tienen en común es su preocupación por su objetivo final: las relaciones socioambientales.

Hoy, la ecología, el ambientalismo y los problemas ecológicos son términos intercambiables cuya disciplina y objeto de estudio se mezclan en el lenguaje cotidiano. Una de las características más particulares del ambientalismo es que ha pasado a ocupar un lugar en el sentido común de la gente, es parte de lo cotidiano, infaltable en las proclamas políticas y referencia obligada en el discurso público de los empresarios.

¿Qué particularidades históricas y que contexto social dieron lugar a que 300.000 personas participaran en Norteamérica en el primer "Día de la Tierra"?

Los países desarrollados veían crecer a su población empujada por el famoso baby boom de la posguerra y los países subdesarrollados adquirían velocidades de crecimiento inusitadas a partir de la aplicación de unas pocas medidas sanitarias básicas, tal como la eliminación de las enfermedades endémicas (malaria, viruela, tuberculosis) por la aplicación masiva de los nuevos remedios y los nuevos pesticidas.

Desde la aparición en la Tierra del Homo Sapiens, tomó 4 millones de años para que la población humana llegara a 1.000 millones. Por largo tiempo, el número de los humanos creció lentamente. Se cree que cuando nació Cristo la población mundial era de alrededor de 300 millones. Desde entonces hasta mediados del siglo XVIII llegó a 800 millones. La población humana se duplicaba aproximadamente cada 1.500 años. Si nos hubiésemos mantenido en esa tasa de crecimiento, no habría sido hasta el cuarto milenio, hacia el año 3250, que la población alcanzará los 1.600 millones. Pero para el 1800 la tasa de incremento había comenzado a acelerarse y en 1900 la población del mundo llegó a 1.700 millones. Duplicarse sólo le había tomado150, no 1.500 años.

Ese fue el período más vigoroso de la revolución industrial. También fue una época en que la ciencia médica hizo grandes contribuciones a la calidad, y particularmente a la extensión, de la vida humana. Las tasas de mortalidad estaban cayendo y la gente vivía más tiempo, con más niños que sobrevivían los primeros años de vida. El resto del mundo se beneficiaría por último en medida variada por esos avances, y para 1950 la población mundial alcanzó los 2.500 millones. Esa vez se había duplicado en menos de cien años. Llevados por una oleada en la población Occidental que se industrializaba, los números estaban creciendo exponencialmente. Se estaba echando bases para incrementos masivos en la población que dominarían el paisaje de la Tierra en nuestra época y más allá. La interpretación catastrofista parecía plausible y digna de ser apoyada.

Desde el punto social, es en ese momento cuando comienzan a crecer los problemas urbanos, relacionados con la gran migración del campo a la ciudad y con la expansión acelerada de las grandes ciudades. Aparecen los problemas de hacinamiento, transporte, fragmentación social y territorial, inseguridad y también de contaminación. La metáfora urbana no es la alegría de Paris, sino las sórdidas calles de Nueva York o la atmósfera contaminada de Los Angeles. En contra de todo esto el ambientalismo ofrece la vuelta a una naturaleza limpia, segura y sabia. No parece tener importancia si esta vuelta es factible o no, lo que importa es tener una nueva ilusión.

Las primeras ciudades aparecieron muy temprano en la historia, en la Antigüedad. Pero fue principalmente el desarrollo de la industria, durante los siglos XIX y XX, lo que desencadenó el crecimiento explosivo de las ciudades en Europa y América. Estas se convirtieron en los principales centros de actividad económica y atrajeron una población cada vez más numerosa, extendiéndose desmesuradamente. Durante mucho tiempo, más del 90% de la población mundial vivió en el campo. En la actualidad, a pesar de que en muchos países muy poblados gran parte de la población es todavía campesina, el 50% de la población mundial vive en ciudades. La urbanización, es decir, la concentración de población en las ciudades, pareciera no tener límites.

El exceso de construcciones modifica el suelo y puede originar catástrofes. Así, durante lluvias torrenciales, los suelos recubiertos de asfalto no logran retener las aguas, que corren violentamente, y pueden inundar la ciudad en pocas horas.

Dentro de las ciudades, se plantean otros problemas, relativos especialmente a la contaminación. En los países subdesarrollados, los sistemas de alcantarillado urbano no están adaptados al creciente número de habitantes, y las napas de agua potable se contaminan paulatinamente, comprometiendo el suministro de agua a la población.

Los automóviles también generan complicaciones: los gases de escape forman una nube de contaminación tóxica, el smog. Ciudades como Londres, Los Angeles...

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