¡Y ahora qué!

Por Juan Paredes Castro. Editor central de políticaEn un abrir y cerrar de ojos el Congreso de la República fue despojado, por sus propios parlamentarios, y a la mala, de una prerrogativa irrenunciable: la del necesario seguimiento de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).No sabemos a título de qué el trabajo de la CVR, del cual algunos de sus más íntegros comisionados juzgan que presenta vacíos e imprecisiones garrafales, se ha convertido en intocable. Bastó pues un par de horas para que la Comisión de Constitución del Congreso resolviera, en aberrante votación, la disyuntiva entre 1) mantener a Martha Chávez como coordinadora de la subcomisión de derechos humanos, con el encargo de abocarse a ese seguimiento, o 2) desactivar la subcomisión, no importa a qué costo parlamentario y político, con tal de dejar sin piso la elección de la polémica congresista. Sin sorpresa para nadie, la mayoría parlamentaria optó por lo segundo, y disolvió de un solo autogolpe 1) el órgano legislativo que había sido creado para un trabajo fiscalizador de la CVR y 2) la función concedida a Martha Chávez, cuyos adversarios la consideran radicalmente reñida con los derechos humanos.Con absoluto desprecio antidemocrático por sus propias votaciones, por los resultados de estas (la creación de una subcomisión ad hoc sobre derechos humanos), por sus mandatos concretos (la elección de Martha Chávez como coordinadora) y por su condición de alta instancia parlamentaria en el tema de derechos humanos, la Comisión de Justicia se puso una soga al cuello, la soga de la CVR, dispuesta a ejercer presión sobre la conducta de cualquier...

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