1 El agua dulce en el mundo y en el Peru.

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El agua es un recurso natural básico para la vida humana y la de todos los seres vivos. Ahora sabemos que interactúa con la energía solar para determinar el clima, al tiempo que se transforma y se convierte en el medio de transporte de las sustancias necesarias para todas las formas de vida sobre nuestro planeta. Veamos a continuación algunos aspectos relacionados con el agua, tanto en el mundo cuanto en nuestro país.

La disponibilidad de agua dulce en el mundo

Por la gran cantidad de agua que hay en él, conocemos también a nuestro mundo como el "Planeta Azul", debido sobre todo a la existencia de vastos océanos que cubren la mayor parte de su superficie. Sin embargo, desde hace algún tiempo se ha llegado a calcular que el agua dulce, de la que dependemos no solo los seres humanos sino todos los seres vivientes, no llega siquiera al 1 por ciento del total de agua que hay en el planeta (1).

La disponibilidad de agua dulce en el mundo varía considerablemente debido a una serie de factores, como las precipitaciones y el nivel de extracción. Cabe indicar que la más alta disponibilidad de agua por persona corresponde a América Latina. No obstante, mientras en Europa y América del Norte se prevé que tal disponibilidad no debe variar mucho en los próximos años, en los países de Asia, África y América Latina, debido al crecimiento importante de su población, se experimentará una significativa disminución de la disponibilidad por habitante.

Esto se debe a que entre los factores que producen escasez de agua, el crecimiento de la población es el más importante, en la medida en que el caudal medio anual de los ríos y acuíferos que generan las lluvias en un país debe repartirse entre un número cada vez mayor de personas. El segundo factor es la contaminación y sobreexplotación de los recursos hídricos existentes, tanto superficiales cuanto subterráneos.

América del Sur y Asia son las regiones que poseen los mayores recursos hídricos en el mundo, con 12.030 y 13.510 [km.sup.3] respectivamente (2). En efecto, de acuerdo con datos de Unesco, América del Sur dispone de más del 28 por ciento del total de los recursos hídricos renovables. Para el año 2000 se estimaba una disponibilidad media de 30.000 [m.sup.3] por habitante, con importantes variaciones en el tiempo y el espacio entre los diferentes países (3).

Con la finalidad de evaluar la presión sobre los recursos hídricos, se ha establecido un indicador o umbral, debajo del cual se considera que se sufre de escasez crónica, lo que puede constituirse en un impedimento para el desarrollo y afecta seriamente la salud humana. A esto se le ha llamado "estrés hídrico". Mientras algunos autores ubican dicho indicador en 1.000 [m.sup.3] al año, otros, como Falkenmark y Widstrand (4), lo estiman en los 1.700 [m.sup.3] por persona. De acuerdo con esos criterios, la situación del Perú será sumamente complicada para los próximos años, como se puede leer en un documento de la Global Water Partnership y en el gráfico adjunto:

Analizando su valor para los distintos países de la Región [...] Perú resulta ser el único con una disponibilidad per cápita inferior a dicho umbral, y por tanto en situación de stress hídrico. Las previsiones para el año 2050 indican que la disponibilidad media será del orden de los 760 metros cúbicos, convirtiéndolo a escala de país en el único país de la Región que a nivel internacional presenta una situación verdaderamente comprometida según el indicador de Falkenmark (5).

¿Cómo puede afectar esa eventual escasez de agua a la agricultura? Debemos partir por reconocer que las actividades agrícolas consumen la mayor cantidad de las aguas en el mundo (más de dos tercios del agua total utilizada), pese a lo cual, comparativamente, representan un uso de bajo valor, poco eficiente y muy subvencionado. En efecto, un informe de la FAO señala que:

No obstante las ingentes inversiones y subvenciones, los indicadores de los resultados del riego no alcanzan los niveles esperados en cuanto al aumento del rendimiento, la superficie regada y la eficiencia técnica en el aprovechamiento del agua. En algunos casos se desperdicia hasta el 60% del agua captada o bombeada para el riego. Aunque ciertas pérdidas son inevitables, con frecuencia el agua en exceso se vuelve a filtrar en el terreno, provocando anegamiento y salinidad (7).

Así, hasta hace muy poco las políticas de manejo de los recursos hídricos estaban guiadas por los criterios de la oferta, es decir, por el cómo aumentar la disponibilidad de agua para ponerla a disposición de los usuarios, principalmente agrícolas. De esta forma, se daba prioridad a los enfoques técnicos y de ingeniería para captar, almacenar, transportar y tratar las aguas, con el supuesto de que las demandas crecientes se habrían de satisfacer mediante la explotación de nuevas fuentes. Esos criterios han variado: hoy predominan los enfoques basados en la demanda y en los usuarios, de modo de influir en su comportamiento y en sus prácticas. En ese panorama, las posibilidades de seguir incrementando la cantidad de agua para usarla en la agricultura son muy reducidas.

Como expresión de dicha orientación predominante hasta hace algunos años, los gastos en riego e irrigaciones eran parte muy importante del gasto público en casi todos los países del mundo, y representaban un componente clave de los presupuestos de los organismos financieros internacionales. (Así, en la década de 1980 el riego concentró casi el 30 por ciento de los préstamos agrícolas del Banco Mundial.) El problema no acababa allí, sino que, de acuerdo con algunos estudios, los proyectos de riego se convierten en una de las actividades económicas más subvencionadas del mundo.

Paradójicamente, se prevé que en el futuro la agricultura de riego producirá mucho más consumiendo menos agua que en la actualidad. Según el Informe de FAO 1993, el riego es un componente fundamental del conjunto de las medidas necesarias para elevar la productividad agrícola y traza un futuro bastante distinto:

En el futuro, cuando las tierras de cultivo requieran altos niveles de insumos caros para mantener los aumentos del rendimiento, la seguridad y eficiencia de la producción de regadío se volverán aún más importantes para la agricultura mundial. El agua ya no será abundante y barata. Será escasa, cara de obtener y de mantener, y valiosa (8).

La concepción actual del agua en el mundo y en América

En su declaración final, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, que se reunió en Estocolmo, Suecia, en junio de 1972, reconoció en el punto 6 de su proclama que "Por ignorancia o indiferencia podemos causar daños inmensos e irreparables al medio terráqueo del que depende nuestra vida y nuestro bienestar".

Consecuente con ello, en el Principio II dicha Conferencia aprobó que:

Los recursos naturales de la Tierra, incluidos el aire, el agua, la tierra, la flora y la fauna y especialmente muestras representativas de los ecosistemas naturales, deben preservarse en beneficio de las generaciones presentes y futuras mediante una cuidadosa planificación u ordenación, según convenga.

Dos décadas después, en enero de 1992, se realizó en Dublín, Irlanda, la Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente (ICWE). En dicha reunión se abordó la necesidad de métodos innovadores para evaluar, desarrollar y manejar los recursos de agua dulce.

La Declaración de Dublín y el informe sobre la Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente están basados en cuatro principios guía que cubren aspectos ambientales, sociales, políticos y económicos:

* El agua dulce es un recurso finito y vulnerable, esencial para sostener la vida, el desarrollo y el medio ambiente.

* El aprovechamiento y la gestión del agua deben inspirarse en un planteamiento basado en la participación de los usuarios, los planificadores y los responsables de las decisiones a todos los niveles.

* La mujer desempeña un papel fundamental en el abastecimiento, la gestión y la protección del agua.

* El agua tiene un valor económico en todos sus diversos usos en competencia a los que se destina, y debiera reconocérsele como un bien económico.

Aunque los tres primeros principios fueron rápidamente aprobados, el cuarto, relacionado con el reconocimiento del valor económico del agua, suscitó un complicado debate, debido a las dificultades para compatibilizar el concepto del valor económico del agua, considerado como un bien económico, con la idea tradicional del agua como una necesidad básica y un derecho humano.

La Conferencia Internacional sobre el Agua y el Desarrollo Sostenible, realizada en París en marzo de 1998, planteó que debido al papel crucial que cumple el agua para el desarrollo sostenible, se deberían tener en cuenta los siguientes aspectos (9):

* satisfacer las necesidades de agua potable segura a las poblaciones urbanas y rurales, con el fin de mejorar la higiene y la salud y prevenir enfermedades;

* asegurar la autosuficiencia alimentaria de las poblaciones en los niveles local, regional y mundial, mediante el desarrollo sostenible de la producción agrícola basada particularmente en el riego apropiado;

* desarrollar de un modo armonioso la industria, la producción energética, la práctica recreativa y, en ciertos sectores, el turismo y el transporte por vías hídricas;

* incrementar la producción piscícola destinada a la alimentación;

* prevenir y combatir la contaminación de toda índole y origen, con el fin de asegurar la reutilización óptima de los recursos y de preservar la biodiversidad de los ecosistemas; y,

* prevenir las catástrofes naturales y los riesgos de erosión, inundación o sequía mediante la administración del agua y de los ecosistemas.

Posteriormente, en el Segundo Foro Mundial del Agua, realizado en La Haya, Holanda, en el 2000, se aprobó una Visión Mundial del Agua, la Vida y el Medio Ambiente en el año 2025, la cual considera que para esa fecha "todas las personas tienen acceso a suficiente...

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