Emilio Adolfo Westphalen en la Lima de los anos treinta: once cartas a Xavier Abril.

AutorLefort, Daniel
CargoCULTURA

20 de agosto de 1930-10 de agosto de 1931: esta selección de once cartas inéditas de Emilio Adolfo Westphalen a Xavier Abril nos hace volver a un año en la vida del poeta, un momento clave de su primer período poético, el de Las ínsulas extrañas y del proyecto de una revista y de un poemario bajo el título el fémur. A pesar de su indigencia y de sus indisposiciones --que lo llevan a elaborar una teoría con estirpe romántica de las raíces biológicas de sus enfermedades--, las cartas de Westphalen muestran el extraordinario ímpetu e impulso creativo en este poeta de 20 años que escribe versos, ensayos y notas, que desgraciadamente no han sido conservados junto con esta correspondencia.

El interés de estas cartas es doble: por un lado nos introducen en el círculo de los jóvenes poetas e intelectuales de la época: Martín Adán, Estuardo Núñez o Enrique Peña, aunque también en los entretelones está el perfil ya definido del doctor Sánchez y la figura tutelar de José María Eguren--vista a la vez con temblorosa deferencia y mordacidad sin piedad en el momento en que va a naufragar en la senilidad--. Por otro lado, estos textos de uso privado nos confirman las altas exigencias poéticas, estéticas y morales de Westphalen. Hasta podemos decir que existe una continuidad perfecta entre estas misivas extensas, escritas con un estilo sumamente controlado y refinado, y los ensayos y prosas de toda su vida. También él nos libra algunas reflexiones sobre su arte poético que determinarán toda su producción posterior.

Además, nos revelan la postura sin concesiones de un crítico que no perdona ni a sus amigos más cercanos y amados la falta de exigencia respecto al compromiso de los jóvenes poetas con la modernidad y la verdadera poesía, en la cual él mantendrá intacta su fe hasta sus últimos días: >. Este concepto es el que domina tanto Las ínsulas extrañas escrito en 1930--y publicado en Lima en 1933-como Ha vuelto la diosa ambarina escrito en 1988.

Las exigencias del poeta pueden parecer las de un austero moralista, siempre flagelándose cuando habla de su propia producción poética. Vemos sin embargo con cuánto humor, casi rozando la sátira, Westphalen sabe usar el látigo de las palabras con Martín Adán, habiendo dejado apenas la dulzura de los elogios para su admirado Rafael Alberti o su amigo Xavier Abril. También sabe castigar con una frase --afilada como una daga-- a los profesores de filosofía, > o ironizar sobre > de Paul Valéry. Del fervorpoético hasta la lucidez crítica, hay en el Westphalen de 20 años la grandeza y la altura del hombre que supo vivir en poesía como otros dicen vivir en el amor de Dios.

Mi querido Xavier:

recién contesto a tu primera carta de Madrid que recibí hace quince días y también a la segunda que llegó hace tres, porque he estado y estoy de nuevo mal. Tal vez no sea sino crisis de adolescencia lo que tengo. Al menos así lo creo. El cuerpo sufre un último cambio y uno se siente extraño dentro de él. Es la época en que se explica el suicidio o el gesto de Rimbaud. Los médicos lo explican todo por la existencia en mí de una debilidad nerviosa. Me han prohibido cualquier esfuerzo intelectual, aun el más mínimo, que por otra parte me hallo materialmente incapacitado de realizar. Pero los médicos se me están haciendo sospechosos. Intentan de nuevo hacerme víctima de uno de los cotidianos sacrificios que ofrecen con sus mandiles rituales a una Diosa de los ojos blancos, sobre la que he escrito un poema en inglés. Estoy dispuesto a no dejarme mutilar más, aunque se trate, simplemente, como esta vez, de las amígdalas.

Es, pues, por esto por lo que he dejado pasar algunos días antes de escribirte, a pesar de mis nuevos deseos ya que tengo tanto que agradecerte. Naturalmente, el envío de tus preciosos poemas que parece [... ilegible ...] de flores, y que me han encantado y están más allá de todo elogio mío. Basta solamente con decirte que ante ellos siento la misma vergüenza de escribir poemas como lo hago, que ante toda tu obra o la de Martín Adán o Enrique Peña. También debo agradecerte la publicación de mis malas prosas; el envío de los últimos ejemplares de Bolívar --aun cuando no los hayas recibido ni tampoco llegado a Lima el no. 12 que me anuncias; del boletín de suscripción a la revista de Altolaguirre; y, por último, de tu manifiesto breve que es formidable y con el que estoy absolutamente de acuerdo. Cada vez pienso más que no hay por que sino que . En esto como en tus recientes actitudes polémicas, mi opinión, como lo habrás supuesto, es igual a la tuya.

¿Con qué continúas, querido Xavier, siendo el GRAN GRIPOSO? Espero que tu mejoría sea duradera y que no te vuelva a coger esa desagradable enfermedad. He visto en el número de Transición la traducción de dos poemas tuyos que recuerdo me mostraste. La muerte del gran poeta Harry Grosby y el receso indefinido de Transición me han apenado bastante. Es la mejor revista de literatura y arte nuevos. Estoy muy interesado por tus proyectos literarios. Espero ver pronto Ajedrez y tu libro sobre Chaplin. Yo actualmente no escribo ni leo nada. Mis últimas prosas te las enviaré cuando me halle mejor y pueda corregirlas y pasarlas en limpio. Son bastante malas y te autorizo para que cuando las recibas, si no te parecen bien, las quemes, que es lo que creo se merecen.

Proyecto, sin embargo, bastante para después: un libro de ensayos con el título de teoría del hombre; otro de pequeñas notas sobre arte y poesía y poetas: pequeña estética; la continuación de las ínsulas extrañas y hasta una obra de teatro con el nombre de el marinero y la alpargata. No continúo porque tendría que reproducir la lista que compuse un día de mis treinta próximas obras por escribir en los próximos diez años. Son mis vanos proyectos que tal vez jamás realice.

Tus noticias madrileñas sobre Pombo y Juan Ramón, etcétera, me han divertido mucho. Que no dejes nunca de dármelas. Ahora las de París donde te hallarás, indudablemente, cuando recibas ésta.

En Lima no ocurre casi nada. Últimamente han aparecido una serie de revistillas editadas por cucufatos intelectuales de pésimo gusto y estulticia declarada: Florario, Abecedario, Presente, Prometeo, Andina, etcétera. El propósito de editar Varallanos una revista él solo, ha fracasado como también parece que está fracasando el de editarla un grupo formado por Martín Adán, Peña, Núñez, Barboza, Otero, Varallanos y yo, principalmente por la indolencia de nuestro Martín Adán y por el empeño de Varallanos en considerar a Eugenio Garro, que no tiene sino el mérito de ser un mal traductor, como uno de los editores.

El número de Amauta dedicado a José Carlos Mariátegui salió en junio y es terriblemente malo; ya debe haber llegado a tus manos. Tu colaboración, según me dice Varallanos, llegó cuando ya había aparecido el número. El amigo Varallanos está cada día más cojudo. Sus nuevos poemas son detestables, peores que los anteriores. Por lo que él me ha dicho, tu tienes muestras de ellos.

He hablado con tu hermano Eduardo, cumpliendo tu encargo. Me asegura que ya envió en paquete certificado lo que le reclamas. Seguramente ya deben estar en tu poder los dos libros que necesitabas. No tengo más que contarte. La vida es terrible, amigo Xavier.

Tuyo, emilio adolfo

12 de marzo de 1931

Querido Xavier:

Ha sido una gran alegría para mí el tener noticias tuyas después de más de dos meses de silencio. Cuando por el cable supe de la epidemia de gripe en Madrid, temí que tu no habías escapado a ella. Y tu carta me ha encontrado también a mí apenas restablecido de una pequeña gripe de quince días y enfermo también de los ganglios de la garganta y de las amígdalas.

Naturalmente mis actividades literarias han sido casi nulas en este tiempo. Escribí y envié a Macleod la Carta del Perú. Estoy muy descontento de ella; me ha resultado muy mala, sobre todo en la última parte como tu verás por la copia que te envío, y que no sé si te será ya inútil al llegar esta carta por haber aparecido antes en Front. Después no he escrito sino un detestable poema en inglés y del que sólo merece saberse este verso: una mañana una ciudad no fue nunca encontrada (one morning a city was neverfound). Mañana he de contestar las dos últimas cartas de Macleod. Parece muy interesado en que New Masses tenga público sudamericano.

El calor en Lima es agobiador y es esta otra razón, además de mi enfermedad, de mi inactividad.

Me ha sorprendido mucho el entusiasmo que expresas por el ensayo de Barboza sobre Valéry. Yo no lo conozco completo, solamente he visto el fragmento en Abecedario, pero en cambio puedo decir que conozco perfectamente o casi al doctor Enrique Barboza. Como es natural no puedo negar su gran inteligencia. Pero sí creo que la emplea admirablemente para ocultar su incomprehensión de ciertas cosas, como por ejemplo: la poesía. Yo no le he, sin embargo, de dejar de decir lo que en tu carta me encargues y le pediré, además, su ensayo para leerlo y, tal vez, para cambiar de opinión respecto a él. No creo, a pesar de todo, que haya yo por eso de perder el recelo que siento por los profesores de filosofía, pequeñas caricaturas de filósofos, esos graciosos cangrejos disecadores de ratas muertas.

También te he de confesar que he perdido gran parte de mi admiración por M. Paul Valéry (de la Academia Francesa). Su valor poético puede ser indiscutible, ¿puede alguno no serlo?, es más, lo creo indiscutible. Pero en cambio, frente al ideológico, mi malestar es inmenso, es, puedo...

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