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Autor | Bustamante Petit, Amando |
Cargo | CULTURA |
[ILUSTRACIÓN OMITIR]
Las zonas exclusivas limeñas están cada vez más pobladas de adolescentes durante las noches de juerga. Chicos y chicas entre 13 y 16 años que, vasos y cigarrillos en mano, llenan discotecas, reuniones privadas y malecones playeros, en actitudes antes impensables para las mentes paternas. En este contexto, la situación de las mujeres es especialmente particular. Aquí la visión de las propias adolescentes sobre este 'crecer' que para otras generaciones es ya demasiado acelerado.
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Lo que pasó, pasó, entre tú y yo, suena en el local barranquino y el espectador atento, si afina un poco la vista, puede observar detalles que podrían espantar a cualquier padre o madre preocupada: vasos de vodka, ron o cerveza en las manos de chiquillas con cara de chiquillas, faldas y más faldas en un verano de clima cambiante, cuerpos femeninos que no aparentan la edad que tienen y chicos no tan chicos que quizá ya hayan votado en abril pasado en su primera elección. Y la pregunta salta aquí por sí sola: ¿qué significa ese <> que, coqueta, acaba de soltar Valeria, de 15 años recién cumplidos, mientras toma cerveza y le sonríe a un galán de 19 años que la observa desde la pista de baile? Más aún: ¿qué significa no hacerse respetar?
La respuesta de las jóvenes entrevistadas por Quehacer en diferentes puntos de la capital, tanto en el centro del movimiento barranquino-miraflorino, como en Surco, La Molina o en las discotecas del sur, es simple: la idea de respeto que tienen sus padres es diferente de la que tienen ellas. Hacerse respetar es tan sencillo, ahora, como no dejarse llevar a la cama y punto. Lo demás, toda la gama de posibilidades que va desde tomarse un trago con un chico o darle un beso en la pista de baile, por más sórdido que pueda resultar, sobre todo si se habla de chicas de 13 ó 14 años, entra en una ambigua zona de aceptación. Y no es que la educación en valores no haya funcionado en los hogares, sino que los tiempos que corren dan la pauta al respecto.
Un beso robado en una noche de juerga quinceañera es una falta de respeto, según como lo ve el padre de Valeria. Pero, para ella, en realidad siempre se hace respetar, pero no de la manera en que su familia quisiera. Cada generación interpreta lo que está bien o mal hacer, pero lo cierto es que la liberalización de los jóvenes en Lima, y sobre todo la de las mujeres, avanza a pasos agigantados. La cuestión es si es para bien o para mal. Pero ¿qué hacen? ¿Chupar, bailar, gilear, conversar, fumar, coquetear, volver a chupar, a veces vomitar, y luego levantarse temprano al día siguiente para hacer la tarea o ver su programa favorito por televisión? Las propias adolescentes contestan esta pregunta.
LA ÉPOCA DEL <>
Todas coinciden en que el...
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