Los otros

Por Patricia Del Rio

Los estudiantes de San Marcos están en contra del cambio de estatutos de su universidad, entonces toman el rectorado. Los médicos no encuentran eco a sus demandas, hacen un paro y amenazan con dejar sin atención médica a la población. Los comerciantes de La Parada no quieren ser trasladados y se atrincheran poniendo en riesgo el abastecimiento de alimentos a la ciudad. Una unidad de auxilio médico de los bomberos llega tarde a atender a un herido en Ate y la población los apedrea y agrede. En todo el Perú, ya no importa la magnitud del conflicto ni la seriedad de la demanda, todo se arregla a golpes, a gritos, a punta de tomar carreteras, calles y avenidas.

Es verdad que el proceso no es nuevo, pero tengo la impresión de que se está agudizando. Conforme ha avanzado la consolidación de la democracia (ya llevamos procesos electorales limpios, sin sobresaltos) pareciera que hemos abandonado el diálogo como mecanismo de entendimiento. Y eso no solo es paradójico sino profundamente desmoralizante. ¿No debería ser justamente la democracia el contexto para viabilizar la comprensión entre partes que pueden pensar distinto? ¿No se supone que el mecanismo de representación que hemos escogido como forma de gobierno parte del principio que alguien lleve nuestra voz y nuestros intereses y que los defienda, para evitar esta suerte de enloquecida democracia directa donde todo se pide a gritos por calles y plazas? Así es como debería ser, pero lo que realmente tenemos es un esquema perverso: congresistas que no representan a sus electores, presidentes regionales y alcaldes que pierden legitimidad apenas tratan de darles la contra a los ciudadanos, ONG que son consideradas el peor enemigo del desarrollo, frentes de defensa que...

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