Gritos del silencio

Por Patricia Del Rio. Periodista

En la comunicación a veces olvidamos que el silencio puede ser tan elocuente como las palabras. Lo que decimos nos define, nos revela ante los otros, pero aquello que callamos también. Sobre todo cuando se trata de aspectos fundamentales sobre los que deberíamos pronunciarnos. Porque el que calla no solo otorga; a veces esconde, a veces niega, también defiende y apaña.

Siempre he pensado que mi distanciamiento de la Iglesia Católica, más que de la religión, ha tenido que ver con contradicciones entre lo que sus autoridades o estatutos señalan y lo que los seres humanos necesitan. Su sanción al amor entre personas del mismo sexo, a quienes consideran enfermos, su satanización del placer casi en todas sus formas, sobre todo sexuales; su apego a las formas y ritos y su desapego del alma, y la culpa? la asquerosa culpa como mecanismo de sometimiento. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, creo que más grave me parece aquello sobre lo que la Iglesia ha decidido callar.

La Iglesia Católica, a la que se supone pertenece más del 90 por ciento de nuestra población, no tiene pronunciamientos firmes contra la discriminación. No hay campañas al respecto. Nunca he visto al cardenal Juan Luis Cipriani indignarse por los miles de casos de racismo en el Perú. Tampoco lo he escuchado llamarle la atención a uno de esos feligreses que llevan a sus empleadas a misa pero las hacen sentarse en las bancas de atrás. Jamás ha señalado que es un despropósito que para casarse por religioso en determinados templos lindos de San Isidro, Miraflores y el Cercado de Lima hay que pagar más de 500 o 700 dólares. Porque el sacramento del matrimonio será obligatorio, pero la ceremonia ?nice? está reservada...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR