Las paradojas de mi padre.

AutorDiez, Jonathan
CargoPADRES E HIJOS

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Sábado 20 de mayo de 1995. Mi padre me había regalado una camiseta de Alianza Lima y ese día insistió en que me la pusiera. Tenía seis años. El otoño se apoderaba del cielo limeño, que se tornaba pálido y gris. Mediodía. Subimos al auto, un Chevrolet Cavalier blanco, de largo y ancho capó, símbolo de autoridad e imponencia. Mi madre salió a despedimos a la puerta. Se le veía preocupada. No recuerdo dónde estaba mi hermana en ese momento. Antes de arrancar, prendió un cigarrillo. ¿En verdad íbamos al estadio?

Dejamos el auto en el estacionamiento subterráneo de un edificio que mi padre llamaba "oficina", en la avenida 28 de Julio, y tomamos un taxi hasta el estadio Alejandro Villanueva, "Matute", en La Victoria. Recuerdo claramente lo enfático que fue: "No vayas a soltarte de mi mano". Hicimos una gran cola para entrar a la tribuna sur, al Comando Sur. Pese a lo nublado de la tarde, se sentía una especie de calor en medio de los gritos y la estridencia de los barristas. Algunos policías custodiaban el orden montados sobre unos caballos realmente enormes.

Esa tarde Alianza le encajó seis goles a Universitario. Me recuerdo en medio de una gran muchedumbre azul, sobre los hombros de mi padre, escondido detrás de sus gafas negras. Un detalle de los que el mar de la memoria nunca borra: los barristas mataron y descuartizaron gallinas vivas, luego las lanzaron hacia el alambrado que protegía la cancha, mientras el público disfrutaba de semejante espectáculo.

No pude dormir una semana. Me levantaba en las madrugadas porque el bullicio del estadio, el tumulto y la algarabía de la gente en cada uno de los seis goles estamparon en mí un perturbador sonido. Mi madre era la que calmaba esas noches de sudor y miedo, casi siempre renegando de mi padre, al que tildaba de inconsciente, irresponsable y abusivo.

¿Por qué mi padre aparecía después de meses y no se le ocurría mejor idea que llevarme al estadio? ¿Era su forma de enseñarme algo? ¿Era la manera de mostrarme su poder y valentía? ¿Por qué me llevó justamente a esa zona? Las siguientes veces que vino a buscarme, mi madre le negó la posibilidad de verme. Yo miraba desde mi ventana el Chevrolet blanco. Me parecía un auto bacán.

A veces me levantaba un domingo, con la pereza de un niño de diez años, y veía a mi padre en el patio leyendo los periódicos. Era extraño verlo solamente los domingos, como un intruso en mi propia casa, sentado, leyendo, fumando. Yo casi no me acercaba. Le...

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