La querella de las generaciones: Padres e hijos, de Turgenev.

AutorElmore, Peter
CargoPADRES E HIJOS

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

De Padres e hijos (1862), la más importante de las novelas de Turgenev, puede decirse que nació en la controversia y que dejó una herencia polémica: al autor --aristócrata de ideas liberales, gustos occidentales y ánimo cordial-- su libro le costó la reacción virulenta de Dostoievski, ya convertido por entonces en un zarista eslavófilo, y la de quienes estaban en el extremo opuesto al de Dostoievski, esos jóvenes radicales y ultraracionalistas que se creyeron maltratados --y, quizá, demasiado bien retratados-- en la figura de Evgeny Bazarov, el joven médico con el cual apareció por primera vez en la ficción rusa el tipo humano del nihilista.

En ¿Qué hacer?, la novela favorita de Lenin, el radical Chernishevski propuso su réplica--fantasiosa, errática y doctrinaria-- a Padres e hijos. En Los endemoniados ---esa convulsa obra maestra donde el drama de ideas y la farsa existencial se entremezclan--, Dostoievski incluyó en el reparto de la ficción a un personaje, el escritor Karmazinov, a través del cual satiriza con ferocidad a Turgenev. Los extremos de la derecha y la izquierda coincidieron en el linchamiento verbal de la novela que sondea, con perspicacia y sin concesiones, la profundidad del abismo moral e ideológico que se había abierto a mediados del siglo XIX entre la generación liberal, romántica y pro occidental de los cuarenta y la generación radical, antisentimental y nihilista de los sesenta. Los liberales y anarquistas rusos de los cuarenta, que el historiador inglés E. H. Carr presentó a través sobre todo de Alexander Herzen en Los exilados románticos, tenían aproximadamente la edad y la sensibilidad de Turgenev. Salvadas las distancias existenciales e intelectuales, los "padres" --los hermanos Kirsanov y Vasily Ivanovich Bazarov-- pertenecen también a la misma generación: se trata de terratenientes que no se sienten parte del viejo orden y simpatizan, sincera pero ineficazmente, con un vago progresismo, expresado sobre todo en la admiración por Francia e Inglaterra y en el deseo de no parecerles anticuados ni reaccionarios a los "hijos", esos jóvenes de ideas avanzadas entre los que destaca, carismático y singular, Bazarov. La intelligentsia rusa del siglo XIX vivió con pasión las intensas preguntas que más adelante, en el siglo XX, tendrían como escenario a no pocas naciones del llamado Tercer Mundo: ¿cómo modernizar sociedades en las que el peso de la tradición autoritaria suele ser aplastante?, ¿de qué...

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