Adolfo Suárez y la transición ?a la democracia en España

Por Enrique Bernales Ballesteros. ConstitucionalistaLa muerte de Adolfo Suárez y el reconocimiento del pueblo español al gobernante que cortó con las instituciones sobrevivientes del franquismo, para dar un impulso definitivo a la opción por la democracia, significan que, por una decisión nacida del sentimiento y la valoración ciudadana, Adolfo Suárez ha ingresado a la historia de los grandes forjadores de la España contemporánea.Sus orígenes políticos se encuentran en el Movimiento, única modalidad tolerada por el franquismo para hacer política; pero Suárez, persona abierta al diálogo y con estudios de Derecho en la Universidad de Salamanca, reparó temprano en la precaria legalidad del régimen español y en la imposibilidad de que todo quedara igual luego de la desaparición de Franco. Su incorporación al primer Gabinete posfranquista presidido por Arias Navarro le abrió el camino para ganarse la confianza de dos personajes claves en el proceso de apertura: el rey Juan Carlos, necesitado de una reválida democrática al cargo monárquico, y su asesor Torcuato Fernández de Miranda. El camino más corto y viable para lograrlo era la reforma desde dentro.Cuando el rey despidió al Gabinete Arias Navarro, la presidencia del gobierno recayó en Suárez, joven, casi un desconocido, sin resistencias, dotado de una personalidad dialogante y con capacidad de seducción. La tarea de neutralizar la legalidad vigente era compleja. Debía ganar credibilidad con los movimientos que exigían libertades, con los exiliados políticos y con quienes desde la clandestinidad evaluaban cómo acabar con el franquismo. Al mismo tiempo, había que ganar la confianza de los militares y convencer a los miembros de las Cortes de la necesidad de votar una ley que convocase a elecciones para un Congreso que diese a España una nueva Constitución y una legalidad con libertades y democracia. Y lo logró.El segundo paso fue más audaz. Suárez sabía que las elecciones requerían la participación de todos los ciudadanos en un clima sin perseguidores ni perseguidos. Decreta, entonces, la legalidad de los partidos políticos, incluido el Partido Comunista; y la amnistía. El exilio había acabado para miles de españoles perseguidos por su militancia política y sus ideas. Nunca más esas dos Españas que en los versos de Machado rompían el corazón.Fui espectador conmovido de ese retorno. Cargados de años, pero con una lealtad ejemplar regresaban a su tierra para vivir, como se cantaba en las calles...

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