Voltaire y la lucha contra la intolerancia

AutorLuis Prieto Sanchís
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho Universidad de Castilla-La Mancha Toledo, España
Páginas85-96

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Posiblemente, Voltaire es el filósofo del siglo XVIII que por la extensión de sus conocimientos y por la variedad de sus intereses intelectuales y artísticos merece con más justicia el calificativo de escritor enciclopédico. Sin embargo, su preocupación por el Derecho penal y por el sistema judicial es algo tardía y nace más de los ejemplos hirientes que ofrece el sistema punitivo de la época que de una reflexión teórica articulada, confirmando de este modo ese carácter más práctico que especulativo que en general presenta la filosofía de la Ilustración. El pensamiento penal de Voltaire se desarrolla así al hilo de los sufrimientos humanos y de los errores judiciales que provoca un Derecho confuso, arcaico y arbitrario. Si el De los delitos y las penas hizo famoso en toda Europa a un autor de veinticinco años, la figura del anciano Voltaire, que Page 86 sin exageración puede decirse que fue idolatrado en vida, contribuiría decisivamente a situar la reforma de la legislación penal entre los motivos fundamentales de la filosofía iluminista y entre las urgencias inaplazables de los tronos ilustrados.

Aun cuando sintió gran admiración por la obra de Beccaria, no debe pensarse que el interés de Voltaire por la filosofía penal y por el modo de proceder en los juicios surgiera como consecuencia de la lectura del Tratado. Antes de escribir su célebre Comentario170, Voltaire había emprendido la crítica de las instituciones penales del Antiguo Régimen. Recordemos que las Ideas Republicanas llevan fecha de 1762, que un año más tarde aparece el Tratado sobre la toleranciay que en el mismo 1764 se publica la primera edición del Diccionario Filosófico, pero que doce años antes de ver la luz en Livorno el libro de Beccaria nuestro autor escribe ya su Fragment des Instructions pour le Prince Royal, donde resume buena parte de las ideas penales que luego desarrollará. Menos conocidas que la famosa defensa del calvinista Calas, cuya injusta condena constituyó el motivo del Tratado, pero de tanto interés como ella, son las defensas de la familia Sirvent, del caballero De la Barre, del matrimonio Montbailli, del músico De la Page 87 Borde o del mariscal Mouragies171. A pesar del carácter asistemático y disperso, se ha podido decir que los escritos penales de Voltaire «contienen ya en sustancia la mayor parte de las reformas que serán reclamadas en los Cuadernos de los Estados Generales de 1789 y que serán favorablemente acogidas por los legisladores del siglo XIX»172.

Quizás por esta vinculación con la práctica, las enseñanzas de Voltaire no constituyen un sistema metódicamente ordenado, pero ello no las resta importancia histórica. Al contrario, como dijo Jiménez de Asúa, «Voltaire fue la tea que encendió la hoguera contra el viejo Derecho punitivo». Sin su vehemente acusación al Tribunal que condenó a Jean Calas, «no hubiera sido Page 88 posible la enorme conmoción que produjo dos años después el famoso opúsculo de César Beccaria»173.

Sin duda, la filosofía de la Ilustración ofrece los gérmenes de numerosas ideas y explicaciones posteriores. Por ejemplo, ya hemos comentado que el proceso de secularización del Derecho y de la filosofía penal está en la base o, al menos, representa un estímulo para la tesis que concibe la desviación criminal, no como la expresión de una enfermedad moral, sino como la consecuencia de una mala organización de la sociedad y que, por tanto, resulta más eficaz y razonable poner remedio a sus causas que hacer uso de la fuerza; en otras palabras, que el Código penal, el más cruel de los instrumentos estatales, no es el único ni seguramente el más adecuado modo de combatir la delincuencia, que muchas veces no llegaría a exteriorizarse con una adecuada prevención; así, en lugar de condenar a muerte a la mujer infanticida que deja morir al hijo para ocultar su deshonra, valdría más crear hospitales donde pudiera dar a luz secretamente174. En otro pasaje, además de abogar por la prevención del delito, Voltaire protesta contra el carácter clasista y discriminatorio del sistema punitivo: «siendo de ordinario la estafa, el hurto y el robo, el crimen de los pobres, y habiendo sido hecha la Page 89 ley por los ricos, ¿no pensáis que los gobiernos, que están en manos de los poderosos, deberían comenzar por eliminar la mendicidad, en lugar de esperar la ocasión para ponerlos frente al verdugo?»175.

Este género de consideraciones revelan una tendencia descriminalizadora que, como sabemos, se encuentra muy presente en todos los reformadores de la Ilustración, y no ya por el convencimiento de que muchos delitos deberían ser combatidos con medidas sociales antes que punitivas, sino, sobre todo, porque el espíritu racionalista y secularizador de la nueva filosofía había de rechazar abiertamente el nutrido catálogo de crímenes de naturaleza religiosa y enfrentarse asimismo con el inagotable empeño del Derecho penal de la época por incrementar las conductas tipificadas y los suplicios más terroríficos como forma de intimidación social. Toda la obra de Voltaire, que no en vano escribió el célebre Tratado sobre la toleranciapara vindicar al protestante Jean Calas, es un continuo alegato contra el fanatismo176que inspiraba los más severos castigos para numerosos Page 90 crímenes de naturaleza u origen religioso, desde la herejía a los sacrilegios y blasfemias, pasando por la hechicería o el suicidio: «¿Qué le importa al Estado que pensemos como los realistas o los nominalistas, que nos inclinemos por Scoto o por Santo Tomás?»177. A lo que debe añadirse también como forma de descriminalización o, al...

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