La universidad en el Peru o el matrimonio del cinismo y el autismo.

AutorVel
CargoUNIVERSIDADES BAMBA

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UNIVERSIDADES BAMBA

"Combi-university", "universidades chatarra", "false university", "universidades bamba", son algunos de los nombres genéricos que delatan un nuevo fenómeno que fue anunciado por la deformación cómica de nombres particulares como "San Burrín", "Facilazo", "Zanganazo", "Tabas peruanas" y un largo e hilarante etcétera. El mensaje es incontrovertible: hoy la universidad como un espacio de saber universal, de reunión multiclasista y de producción de nuevos conocimientos e investigaciones se encuentra en un franco declive en nuestra sociedad. El sistema universitario en el Perú ha colapsado y se ha convertido en una inmensa fábrica de producción de títulos a precio de liquidación.

Actualmente, existen 98 universidades (63 privadas y 35 públicas; 38 en Lima y 60 en provincias) y se estima que son más de 700 000 alumnos matriculados en más de 600 facultades y en más de 400 escuelas de posgrado (ni la Asamblea Nacional de Rectores ni el CONAFU ni el Ministerio de Educación poseen cifras actualizadas en estos rubros). Durante estas dos décadas de crecimiento económico, no solo se ha ampliado geométricamente la oferta universitaria sino que esta se ha diversificado extendiéndose horizontalmente en el ámbito geográfico y verticalmente en las clases sociales.

Esta nueva multitud que se ha incorporado a los estudios universitarios y las condiciones del servicio educativo que reciben han transformado radicalmente tanto el panorama de la universidad pública como el de la universidad privada. La informalidad ha derrotado a la institucionalidad, la ilegalidad se ha legalizado, la masificación empobrecedora ha arrinconado a las élites intelectuales, la estafa a nombre de la nación ha sustituido a la formación seria y laboriosa, la trasgresión es la norma (alumnos plagian trabajos monográficos o "peluquean" tesis ajenas, los profesores callan y las autoridades cobran). Sin embargo, también ha habido efectos de otra índole: los más pobres tienen más opciones de acceder a una educación superior, la competencia por captar a los mejores alumnos es más intensa y el ocaso de la universidad pública ha obligado a pensar sus limitaciones actuales.

Las universidades-garage, de tiza y pizarra o de segundo piso abundan en provincias y zonas marginales (existen oficinas universitarias que funcionan en antiguos estacionamientos de vehículos, locales de posgrado ubicados sobre prósperas pollerías, facultades que cuando cae el sol se convierten en luminosas y desarmables discotecas). En la otra orilla, el caso de la Universidad Alas Peruanas ha revelado que algo se pudre también detrás de las lunas polarizadas y los abundantes equipos multimedia de los modernos locales que impresionan a incautos: sepulcros blanqueados que se caracterizan por una plana de docentes volátil, nula investigación, tasa de selectividad bajísima y, ahora lo sabemos, clientelaje y tráfico de...

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