La trascendencia de la educación en la cuestión criminal

AutorGino Ríos Patio
Cargo del AutorAbogado. Doctor en Derecho
Páginas74-99
CAPÍTULO III
LA TRASCENDENCIA DE LA EDUCACIÓN
EN LA CUESTIÓN CRIMINAL
Ha disminuido considerablemente el sentimiento de que
las reglas deben cumplirse, gusten o no.
Cuando no se aprende a respetar al superior que impone las reglas
es lógico que tampoco estas merezcan ningún tipo de consideración y
se piense que es normal y lógico, incluso y divertido y gracioso, transgredirlas.
Victoria Camps
Introducción
El hombre no nace humano. Esta frase apunta a diferenciar al hombre de lo humano. Lo
primero alude a la naturaleza de animal superior en la escala zoológica, mientras que lo
segundo es una cualidad adquirida en el proceso de socialización, mejor dicho, en un
proceso educativo.
La naturaleza hace que los hombres nos parezcamos unos a otros y nos juntemos. Empero,
en este intento primitivo de asociación para la supervivencia, contradictoriamente, el hombre
se convierte en el lobo del hombre, como lo enunciara hace siglos Thomas Hobbes.
Complementando esa frase del célebre autor del Leviatán, otro filósofo liberal, el ginebrino
Juan Jacobo Rousseau, atribuyó la corrupción del hombre a la sociedad, o sea, al mismo
hombre.
Al margen del origen congénito o adquirido de la depravación en el hombre, que
significaron diferentes puntos de partida para la explicación del origen de la sociedad y del
Estado; consideramos en todo caso que el hombre bárbaro se redime cultivándose,
educándose, es decir, humanizándose.
La historia de la civilización nos muestra un doloroso saldo desfavorable a la humanidad y
más bien favorable a la bestialidad de los hombres.
Desde tiempos de la esclavitud en los antiguos Imperios; del despotismo de las monarquías
absolutistas y los gobiernos totalitarios; de la impiedad del holocausto judío y el lanzamiento
de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki; de la prepotencia de la invasión militar,
sin declaración de guerra, a territorios extranjeros; del avasallamiento económico de las
soberanías nacionales; del exterminio paulatino pero progresivo del medio ambiente por
parte de las super potencias industrializadas; hasta el paroxismo del individualismo que trae
consigo el neoliberalismo económico y que conlleva a la despersonalización y cosificación
del ser humano; la ruina del hombre es, sin duda alguna, el más triste espectáculo de todas
las ruinas del mundo.
La situación actual mundial nos confirma esta apreciación. Terrorismo internacional,
narcotráfico, tráfico de armas, corrupción gubernamental, delincuencia organizada, maltrato
infantil, violencia familiar, discriminación, falta de solidaridad, desapego a los valores
humanistas, etc. son lamentablemente hechos cotidianos.
Esta aseveración podría acompañarse con cruentos hechos históricos y datos estadísticos
precisos, pero es tan evidente y asaz elocuente, que por ello precisamente deseamos dejarla
para la reflexión personal del lector, seguros de que cada uno encontrará sobradas razones
para demostrar su descarnada validez, aún en nuestro entorno personal, socio histórico y
hasta en nuestra propia conciencia.
Si pensamos una y otra vez en esos luctuosos sucesos históricos que estremecieron al mundo
en cada época, estamos seguros de que insistiremos en preguntarnos interiormente hasta el

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