De trabajador a socio laboral forzoso

Por Álvaro Gastañaduí Ramírez. Periodista

De todas las expropiaciones de la dictadura de Juan Velasco Alvarado, posiblemente la que menos se recuerda es aquella que obligaba a las empresas a entregar acciones de la organización a sus comunidades laborales, integradas por sus propios trabajadores.

Aún está muy presente en la memoria de los peruanos que vivieron aquella época –y de los que sufrieron o conocieron sus consecuencias– la expropiación de las tierras, de los bancos y financieras, de los ferrocarriles, de las minas y hasta de los medios de comunicación.

Sin embargo, pocos recuerdan que en 1970, el Estado obligó a las empresas a entregar entre el 5% y 10% de sus utilidades a su comunidad laboral, para que compre acciones que la empresa debía emitir. Todo ello al margen de las utilidades que la organización debía distribuir entre su personal y que fluctuaba entre 3% y 10%.

Como asesor del entonces gobierno militar, el abogado Jorge Rendón Vásquez recuerda que esa iniciativa nació del propio Velasco, que encargó a sus ministros el desarrollo de la propuesta. Para el empresario y ex presidente de la Confiep José Miguel Morales, esa no fue idea suya, sino una copia del modelo que había implementado Josip Broz Tito, en Yugoslavia.

A comprar más acciones

Y era tan ambiciosa esa norma, que señalaba que cuando los trabajadores llegaran a tener el 50% de las acciones de su empresa, la comunidad laboral podía comprar acciones o bonos de otras empresas.

Aunque no lo recuerda con detalle, Rendón asegura que muchas comunidades laborales eran propietarias de acciones de otras empresas.

Al margen de ello, el objetivo de dicha medida fue impulsar la rentabilidad de las empresas a través del incremento de la productividad de los trabajadores. Si trabajaban más y mejor, sus utilidades iban a ser mayores.

Más que rentabilidad

Según Rendón Vásquez, ex docente de la Universidad de San Marcos, los trabajadores no solo aumentaron su productividad, sino que hubo paz social en las organizaciones.

Por el contrario, Morales asegura que ello no se logró, sino que generó serias distorsiones, pues algunas comunidades laborales se convirtieron en nuevos sindicatos que reclamaban su cuota de poder.

De forma coincidente, algunos historiadores afirman que la rentabilidad decayó y las empresas contrataban personal informalmente y manipulaban su contabilidad para exhibir menor utilidad.

Además, las empresas recibieron una compensación: el Gobierno elevó los...

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