¿Un tiempo para todo?

AutorLerner, Roberto
CargoUSOS Y COSTUMBRES

, comenzó su aguda y escéptica reflexión el Eclesiastés, para proseguir en el tercer capítulo afirmando:

>. Muchos, pero muchos siglos después, queda la idea de que para todo hay un tiempo, una estación, un momento, pero los seres humanos no lo sabemos administrar.

Todos hablan de legislación laboral y prometen que su flexibilización hará florecer proyectos de inversión y dará más trabajo; o juran que cambiar la normatividad de los vínculos entre empleadores y empleados convertirá a estos últimos en una masa de esclavos modernos al servicio de una acumulación de capital desvergonzada.

Todos hablan de competitividad, una mezcla de eficiencia en los procesos, austeridad en los egresos, agresividad en los mercados, adelgazamiento en las planillas y capacitación de quienes queden en ellas.

Todos hablan de globalización que prescinda de las fronteras, permeabilice infinitamente las barreras entre productos y servicios, desagregue y satelice todos los procesos --el directorio por acá, la producción por allá, el mercadeo por acullá, el servicio al cliente al costado, la investigación y el desarrollo por arriba, y la gerencia y el control por abajo-- y cancele las identidades culturales.

Todos hablan del recurso humano como lo más precioso con que cuentan las organizaciones para lograr sus objetivos, como aquello que se debe cuidar, promover, hacer crecer, casi lo primero y el fin último --con los clientes, se entiende- de las empresas en cualquier rubro, y se organizan concursos con el fin de determinar cuál es el mejor sitio para trabajar.

No voy, no es mi especialidad, a profundizar cuál es la relación entre la consideración que merece la gente y la línea de fondo de la racionalidad económica. Cuando ambas coinciden --algo perfectamente posible-- las cosas no podrían ir mejor, pero cuando eso no ocurre, solo los ilusos o los dueños de agendas muy particulares pueden mantener discursos románticos. De hecho, lo mismo ocurre con las necesidades de la gente y la política --de izquierda o derecha--.

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Pero pocos hablan de las enormes presiones que vienen enfrentando los individuos para balancear los requerimientos del trabajo con los de la vida familiar, la administración del tiempo personal, el uso del tiempo de pareja.

Porque no importa cuán importantes sean las personas en las visiones y misiones de las organizaciones en las que laboran --y no se crea que lo que sigue deja fuera a las que no tienen fines de lucro, como las ONG, las instituciones académicas o las fundaciones--, los seres humanos tienen, en medio de una oferta de posibilidades aparentemente ilimitada, cada vez una mayor sensación de no ser dueños de su tiempo.

Me recuerda esa pequeña novela de Hans...

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