Rechazan al libre comercio

AutorPeter S. Goodman

ROTTERDAM, Holanda.- Desde que los barcos se han hecho a la mar, jornaleros como Patrick Duijzers han vinculado su buena fortuna con el comercio. Él es un estibador en Rotterdam, el puerto más grande de Europa. Su salario lo coloca firmemente en la clase media holandesa: ha percibido suficiente dinero para comprar un departamento y disfrutar vacaciones en España. Sin embargo, últimamente, Duijzers ha llegado a ver el comercio internacional como una fuerza malévola. Su patrón -una unidad del Maersk Group, el conglomerado holandés de transporte de carga- está enfrascado en una batalla férreamente competitiva por todo el mundo.

Ve cómo las compañías de transporte reemplazan a los choferes holandeses con inmigrantes de Europa Oriental y a sus compañeros de trabajo aceptar renuentemente un retiro anticipado, al tiempo que robots se quedan con sus empleos. En las últimas tres décadas, las filas de su sindicato han disminuido de 25 mil miembros a unos 7 mil. "Más comercio global es algo bueno si obtenemos una rebanada del pastel", expresó Duijzers. "Pero ése es el problema. No estamos recibiendo nuestra tajada".

Tales lamentos ahora resuenan como la banda sonora de un rechazo cada vez más vigoroso al libre comercio. Durante generaciones, bibliotecas repletas de libros de texto de economía han prometido con razón que el comercio mundial expande la riqueza nacional al bajar el precio de los productos, elevar los sueldos y amplificar el crecimiento. Pero el comercio no garantiza que el botín será compartido equitativamente. Los creadores de políticas tenían fe en la idea de que se podía confiar en los mercados para impulsar el bienestar social. Cuando millones de trabajadores perdieron sus empleos ante la competencia extranjera, carecieron de apoyos gubernamentales para amortiguar el golpe. Como resultado, una furia que hierve a fuego lento está trastocando la política.

En Estados Unidos, el candidato presidencial republicano, Donald J. Trump, ha explotado el encono de comunidades que resienten el cierre de fábricas, denunciando el comercio con China y México como una amenaza a la prosperidad de EE.UU. La nominada demócrata, Hillary Clinton, ha dado un giro de 180 grados al oponerse al enorme pacto de libre comercio que abarca la Cuenca del Pacífico que apoyó siendo Secretaria de Estado.

En Gran Bretaña, la votación en un referendo para abandonar la Unión Europea fue en parte una reprimenda de obreros que culpan al comercio de los sueldos a la baja. Por toda Europa, los movimientos populistas han sumado partidarios como una respuesta a la globalización, poniendo en riesgo el futuro de tratados comerciales importantes con EU y Canadá.

La reacción negativa al comercio se ha vuelto explosiva porque la economía mundial ha llegado a un momento de ajuste de cuentas. Años de fiebres de inversión que impulsaron al mercado laboral han perdido potencia...

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